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Las setas son uno de los elementos más fascinantes del reino Fungi. Aunque a menudo se las confunde con plantas, en realidad pertenecen a un grupo de organismos totalmente distinto, con una biología única y un papel ecológico fundamental. Lo que comúnmente llamamos “seta” no es más que el cuerpo fructífero visible de un hongo que vive, principalmente, bajo tierra o en materiales en descomposición.
En este artículo exploraremos los principales tipos de setas y los grupos de hongos que las producen, su morfología básica y las pautas fundamentales para una recolección segura y respetuosa con el medio ambiente.
La seta es el órgano reproductor de ciertos hongos. Su función principal es generar y dispersar esporas, unas células microscópicas que permiten la reproducción del organismo. El verdadero cuerpo del hongo es el micelio, una red de filamentos llamada hifas que se extiende bajo la superficie del suelo o dentro de materia en descomposición.
Cuando las condiciones son adecuadas —generalmente humedad, temperaturas suaves y nutrientes disponibles— el micelio desarrolla setas para facilitar la reproducción sexual.
Aunque existe una gran diversidad de formas y colores, muchas setas comparten una estructura común que permite su identificación:
El sombrero o pileo es la parte superior de la seta, con forma de sombrilla, campana o copa. Debajo se encuentra la superficie fértil, donde se desarrollan las esporas. Esta puede estar compuesta por láminas, poros o aguijones, y su forma es clave para la clasificación de especies.
El pie o estípite es el soporte que mantiene el sombrero elevado. Puede estar en el centro o de forma lateral, e incluso faltar en algunas especies.
En algunas setas jóvenes, una membrana llamada velo cubre el sombrero. Cuando este se rompe al crecer, deja un anillo alrededor del pie. En ciertos casos, se conserva en la base un resto llamado volva, muy característico de setas del género Amanita.
Los basidiomicetos (Basidiomycota) son el grupo más común y reconocible. En ellos, las esporas se producen en estructuras denominadas basidios. Dentro de este grupo se encuentran muchas setas comestibles y también algunas de las más tóxicas.
Ejemplos conocidos incluyen el champiñón común (Agaricus bisporus), el boletus o hongo porcini (Boletus edulis), el shiitake (Lentinula edodes) y la tóxica Amanita muscaria, con su característico sombrero rojo con puntos blancos.
Estos hongos pueden adoptar diferentes estrategias: algunos son saprófitos, alimentándose de materia en descomposición; otros son parásitos de plantas o animales; y muchos establecen relaciones simbióticas con las raíces de los árboles, formando micorrizas.
Los ascomicetos (Ascomycota) también producen cuerpos fructíferos, aunque suelen ser menos vistosos. Sus esporas se desarrollan en estructuras denominadas ascos.
Entre los ascomicetos destacan las colmenillas (Morchella spp.), muy apreciadas en la gastronomía; las trufas (Tuber spp.), que fructifican bajo tierra y son consideradas una delicia; y especies del género Gyromitra, algunas de las cuales resultan altamente tóxicas a pesar de su aspecto similar al de las colmenillas.
Recolectar setas puede ser una actividad muy gratificante, pero debe hacerse con conocimiento y cuidado.
El primer principio es nunca recolectar una seta que no sepas identificar con certeza absoluta. Existen especies venenosas, e incluso mortales, que se parecen a otras comestibles. Siempre es recomendable usar guías micológicas fiables o acudir acompañado de un experto.
En cuanto a la técnica, lo más adecuado es cortar la seta por la base con una navaja o girarla suavemente, evitando arrancar el micelio. Esta práctica permite que el hongo siga vivo y pueda fructificar de nuevo.
Además, se debe tener especial cuidado en no dañar el entorno: evitar remover en exceso la hojarasca, pisar las zonas donde crecen los hongos o llevarse todos los ejemplares. Es preferible dejar setas jóvenes, para que maduren, y también las demasiado viejas, que ya han cumplido su ciclo.
Para transportar las setas, lo mejor es usar una cesta de mimbre, que permite que las esporas caigan mientras caminamos. Esto contribuye a la reproducción natural del hongo. Las bolsas de plástico están desaconsejadas, ya que favorecen la descomposición y el crecimiento de bacterias.
Por último, conviene saber que existen especies protegidas cuya recolección está prohibida, así como normativas locales que regulan la actividad micológica. Informarse de la legislación vigente es una obligación para cualquier recolector responsable.
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