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La ocurrencia de un accidente cerebrovascular (ACV) está determinada por diferentes factores. No del todo excluyentes, derivan en la misma manifestación: interrupción del suministro de sangre al cerebro, lo que impide una correcta oxigenación del órgano más importante del cuerpo.
En cualquier caso, se identifican dos eventos de este tipo: el ACV isquémico, vinculado a las arterias cerebrales, y el ACV hemorrágico, cuando los vasos sanguíneos se rompen. Al poner en riesgo grave la salud de la persona, la atención debe ser inmediata para restaurar el flujo sanguíneo, minimizar el daño cerebral y, desde luego, preservar las funciones vitales.
Si bien la prevención es clave, los tratamientos tempranos y oportunos son imprescindibles para la recuperación de los pacientes con ACV. En este texto, te comentamos un poco más sobre estos.
La probabilidad de sufrir un ACV se eleva ante ciertas condiciones y hábitos de vida. Veámoslos:
Para diagnosticar un accidente cerebrovascular (ACV), se utilizan varias pruebas:
Estas evaluaciones resultan esenciales para determinar el tipo de ACV, guiar el tratamiento adecuado y mejorar las perspectivas de recuperación.
El tratamiento adecuado para un accidente cerebrovascular (ACV) es un factor determinante en la recuperación y calidad de vida del paciente, se mantengan o no diversas secuelas de este tipo de evento. La atención debe orientarse a dos momentos fundamentales: la respuesta de emergencia y la rehabilitación tras el ACV.
En el ACV isquémico, el activador tisular del plasminógeno (tPA) se aplica con el objetivo de lograr la disolución del coágulo que provocó el evento. La eficacia de este medicamento está sujeta a su aplicación durante las cuatro horas siguientes al accidente. El objetivo principal es restablecer la circulación de la sangre, de modo que se limite el daño físico y neuronal.
La administración de anticoagulantes busca reducir no solo la trombosis venosa, sino también el riesgo de embolia pulmonar durante un ACV. Se aplica con mayor frecuencia en pacientes que han sufrido un accidente cerebrovascular isquémico, quienes presentan mejoría si es que la atención es temprana. Aunque su aplicación en ocasiones puede ser discutida, aún se utiliza como método de respuesta, de ahí la importancia de una vigilancia estricta.
En el caso de los ACV hemorrágicos, se puede recurrir al clipaje de aneurisma, el cual consiste en una técnica quirúrgica que busca aplicar un clip en vaso sanguineo dañado para detener el flujo sanguíneo. Aunque su aplicación busca la prevención de derrames y daño cerebral, también es muy utilizado para controlar eventos en proceso.
Cuando los procedimientos anteriores no son viables o no se consigue el resultado esperado, se puede recurrir a la trombectomía mecánica. Esta consiste en la extracción o disrupción del trombo a través de un catéter endovascular. En los casos de ACV hemorrágico, la intervención neuroquirúrgica puede ser necesaria para eliminar o drenar el exceso de líquidos que ejercen presión intracraneal, como la craniectomía descompresiva. También se encuentran otros métodos como la angioplastia, la endarterectomía carotídea, el coiling, entre otros.
La rehabilitación es primordial en la recuperación posterior al tratamiento inmediato del ACV para restablecer, en lo posible, las habilidades y la independencia del paciente.
La fisioterapia se centra en recuperar la movilidad, fuerza y autonomía física del paciente que ha sufrido un ACV. Los fisioterapeutas establecen rutinas de ejercicios para mejorar la motricidad (caminar, tragar, coordinación) y el entrenamiento en el uso de dispositivos (andadores o muletas), sobre todo, cuando se debe aprender a caminar de nuevo. Se utilizan herramientas y dispositivos para la recuperación física como la electroterapia, los robots, realidad virtual y otros equipos. En todos los casos, se busca la recuperación de la neuroplasticidad.
La terapia también está enfocada a la recuperación cognitiva y el afrontamiento emocional. Por un lado, la terapia del lenguaje busca restablecer la comunicación oral (fonación y audición), así como fortalecer procesos y habilidades vinculados a la memoria. Además, según sea el caso, se establecen dinámicas para la recuperación de competencias en la escritura o la lectura. En algunos casos, la terapia también puede enfocarse en recuperar la deglución.
Por otro lado, la terapia emocional es importante para mejorar la condición psicológica, esto es, el afrontamiento, grupos de apoyo y salud mental en general. La prescripción de medicamentos, como ansiolíticos y antidepresivos, está sujeta a una rigurosa evaluación psicológica. En ambos casos, el acompañamiento de profesionales y familiares es fundamental para una pronta recuperación.
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