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La disciplina escolar es parte de cualquier sistema educativo, ya que opera como mucho más que un reglamento: se enfoca en el equilibrio y la convivencia armoniosa entre los diferentes integrantes de la comunidad educativa, sobre todo, los estudiantes. Si bien el objetivo principal es mantener el orden, también lo es promover un espacio propicio para el estudio y el desarrollo académico. Al aplicarse de manera oportuna, se fomenta la responsabilidad, las habilidades de autorregulación y autonomía, así como la satisfacción y motivación individual. En este post, te contamos más al respecto.
En el ámbito educativo, la disciplina escolar se entiende como el conjunto de normas o código de conducta que busca no solo la convivencia armoniosa entre los diferentes miembros de la comunidad, sino también la consecución de objetivos formativos y académicos trazados por el currículo. Sus principios, lineamientos y demás elementos se recogen en el reglamento escolar, el cual establece, asimismo, las posibles sanciones, medidas de prevención y acciones de contención ante posibles casos de indisciplina.
Ahora bien, las escuelas deben ir más allá de la aplicación de normas internas; debe, en este sentido, trabajar en conjunto con los docentes, psicopedagogos, padres y estudiantes para lograr un ambiente propicio para el desarrollo social e intelectual de estos últimos. Así, es importante centrar la atención en la prevención y la sensibilización, no solo en la punición o aplicación de sanciones disciplinarias.
Siguiendo esto, la disciplina escolar se orienta a la promoción de una serie de valores fundamentales para el desarrollo personal y la convivencia, incluso, fuera de las aulas. Se toman en cuenta la responsabilidad, la tolerancia, el respecto y, desde luego, la responsabilidad. Con base en estos, los estudiantes aprenden a seguir las normas en función de los beneficios que estas reportan, lo que quiere decir que comprenden la importancia del bienestar colectivo a partir de la autorregulación individual.
Con todo, la disciplina escolar ofrece un marco de conducta, una pauta que promueve prácticas positivas, a la vez que aborda comportamientos inadecuados. Los centros educativos siguen las directrices de los organismos correspondientes para asegurar el bienestar y desarrollo integral de la comunidad estudiantil en los niveles básicos de educación.
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La disciplina escolar posee diversos beneficios para la convivencia y el desarrollo integral de los estudiantes. ¿Cuáles son? Veámoslos:
La disciplina o cumplimiento con las normas de convivencia favorecen la confianza y respeto entre estudiantes y docentes. De esta manera, se valora de manera positiva un ambiente en el que el diálogo, la resolución de conflictos y el bienestar emocional permiten la convivencia y el desarrollo (personal, social y académico).
Las normas de convivencia no solo están relacionadas con horarios, códigos de higiene o vestimenta. También tienen que ver con el control del comportamiento dentro del entorno escolar. En efecto, estos lineamientos establecen límites y definen qué actitudes y conductas son aceptables para la convivencia armónica y el respeto mutuo.
La disciplina se erige como el marco necesario para que los estudiantes aprendan a gestionar y regular sus impulsos. Como resultado, son capaces de controlar sus comportamientos, adecuarlos al contexto y reflexionar sobre sus acciones. Esto promueve, en definitiva, una actitud responsable y orientada a la satisfacción personal y académica.
Un estudiante que cuenta con habilidades de autorregulación tenderá a ser más autónomo en sus decisiones y demás conductas. Al poseer consciencia sobre sus acciones, es capaz de desarrollar un sentido fuerte de responsabilidad que le conduce a promover un ambiente propicio para él y los demás.
El ambiente positivo, la autonomía y la autorregulación en los estudiantes permiten, asimismo, un mayor enfoque en las actividades académicas. Los entornos dinámicos, interactivos y propicios para el aprendizaje son aquellos en los que, a pesar de los posibles conflictos, existen estrategias de actuación, resolución de problemas y diálogo activo. Con esto como base, los estudiantes pueden superar con éxito los objetivos de aprendizaje establecidos por el currículo.
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Los casos de indisciplina deben ser abordados correcta y prontamente para garantizar el desarrollo del estudiante, quien requiere un ambiente constructivo y positivo para su bienestar. Entre las principales acciones, se encuentran las siguientes:
Los padres o tutores deben estar informados de la situación de sus hijos o tutelados en todo momento. Mantener una conversación con ellos permite conocer el contexto familiar de los estudiantes, recopilar información sobre conductas fuera del ámbito escolar y otras situaciones que podrían ser la base de comportamientos disfuncionales. Así, se pueden coordinar acciones conjuntas para intervenir pronto y correctamente según la realidad del estudiante.
Los docentes o especialistas en psicología deben reunirse con los estudiantes para conversar con ellos. Esto les permite conocer cuáles son sus inquietudes, necesidades, problemas u otros aspectos que merecen atención. Con el diálogo de por medio, se pueden conocer las causas de las conductas y proponer, posteriormente, acciones de intervención oportunas.
El abordaje de los casos de indisciplina o conductas disfuncionales continuadas, se recomienda establecer contacto con profesionales que puedan abordar el problema desde una perspectiva psicológica o psicopedagógica. Estos especialistas no solo acompañan a los estudiantes, sino que también diseñan acciones para promover el cambio de comportamiento.
Como se ha mencionado antes, la base para seguir las normas escolares se encuentra en la motivación para hacerlo. Esto quiero decir que los estudiantes deben interiorizar los beneficios de una conducta adecuada. De hecho, los aciertos en torno a esto fortalecen su autoestima, refuerza la adopción de comportamientos positivos y disminuye la incidencia de actitudes negativas.
Se toman en cuenta las siguientes acciones adicionales:
Evitar los sermones; entonces, la comunicación debe ser clara, directa y concisa para que el estudiante comprenda que toda acción tiene una consecuencia.
Evitar cualquier intento de negociación. Los infractores intentarán explicar o negociar para evitar represalias. Se parte de la premisa de que, cuando se ha incumplido con una regla, se debe aplicar la acción correspondiente.
Debe prevalecer el respeto. La comunicación, aunque clara y directa, debe ser respetuosa y enfocarse en la solución sin incurrir en la culpabilización. Así, se debe evitar la crítica incisiva, la cual debe ser reemplazada por mensajes asertivos.
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