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¿Alguna vez has escuchado hablar sobre el efecto Pigmalión? Se trata de uno de los sesgos cognitivos psicológicos más conocidos debido a las importantes implicaciones que puede tener en la conducta de la persona que lo experimenta.
En este artículo profundizaremos sobre el origen, las consecuencias, positivas y negativas, que puede llegar a tener y sus aplicaciones en diferentes ámbitos como por ejemplo, la educación.
Este término se basa en la mitología griega, específicamente en el mito de Pigmalión, un escultor que se enamoró de una estatua creada por él mismo. Según el mito, su fuerte deseo y fe en que la estatua cobrara vida hicieron que los dioses lo concedieran. En el contexto moderno, este concepto se aplica para explicar cómo las creencias de una persona pueden convertirse en una especie de "profecía autocumplida"
El efecto Pigmalión se explica como un fenómeno psicológico que describe cómo las expectativas que una persona tiene sobre otra pueden influir directamente en su rendimiento o comportamiento, llevándola a cumplir esas expectativas, ya sean positivas o negativas.
Es decir, este fenómeno describe cómo nuestras creencias pueden determinar definitivamente el comportamiento y los resultados de otros.
Por ejemplo, si creemos firmemente en el potencial de alguien, inconscientemente generamos comportamientos que ayudan a que esa persona alcance exactamente lo que esperamos de ello.
Ciertamente, el efecto Pigmalión tiene potenciales beneficios, pero también esconde un lado menos amable que merece ser hablado, porque cuando las expectativas se aplican sin reflexión, pueden convertirse en una verdadera trampa psicológica que limita y condiciona el desarrollo personal o profesional.
Uno de los riegos más significativos del efecto Pigmalión es el etiquetado destructivo, es decir, cuando una persona es catalogada constantemente como "poco capaz". Esto se ve principalmente en ámbitos como la educación o entornos laborales. Este etiquetado puede generar sentimientos como baja autoestima, pérdida de motivación o autolimitación.
Cuando se establecen expectativas negativas se conoce como "efecto Golem", y sucede cuando estas expectativas bajas generan un mal desempeño, por ejemplo si un profesor considera que un estudiante es "poco talentoso" este podría interiorizar este discurso y rendir por debajo de su potencial.
No obstante, el efecto Pigmalión se caracteriza principalmente por ser una poderosa herramienta de desarrollo personal y colectivo cuando se utiliza con conciencia e intención positiva.
Para aplicar el efecto Pigmalión de manera constructiva, es importante:
Establecer expectativas claras y alcanzables: Plantea metas específicas y comunicarlas de manera positiva
Brindar apoyo constante: Ayuda a las personas a superar obstáculos y, por tanto, reforzar su confianza
Por último, reconocer los logros: Celebra los éxitos, por pequeños que sean, ¡así se eleva la motivación a su máxima expresión!
Podemos aplicar el efecto Pigmalión en numerosos aspectos de la vida codiana. Por ejemplo, en el hogar, un padre que cree en las capacidades de su hijo para aprender a tocar un instrumento musical le motivará a practicar más y mejorar.
En el ámbito deportivo, si un entrenador confía en que su equipo puede ganar fomentará un ambiente de esfuerzo y superación.
En las relaciones de pareja, aquellas personas que tienen expectativas positivas sobre el comportamiento del otro suelen construir vínculos más fuertes y satisfactorios.
Se puede considerar el efecto Golem como exactamente lo opuesto al efecto Pigmalión. Este concepto proviene de la mitología judía, donde un Golem era una figura mitológica de arcilla sin voluntad propia. Al contrario de lo que ocurrió con la estatua de Pigmalión, metafóricamente Golem representa algo rígido, sin capacidad de transformación.
Conociendo ya el significado del efecto Pigmalión, podemos intuir la importancia que tiene la comunicación en este fenómeno, de hecho, es clave para que funcione. En este sentido, es importante que las expectativas se transmitan de manera clara, positiva y consistente.
Por ejemplo, en un entorno laboral, un líder que ofrece retroalimentación constructiva y anima a su equipo está comunicando que confía en sus capacidades.
La forma en que comunicamos nuestras expectativas influye directamente en los resultados que obtendremos.
Veamos dos ejemplos prácticos de esta profecía autocomplida y cómo puede influir drásticamente en el mundo educativo, así como en el entorno laboral:
El efecto Pigmalión en la educación tiene un impacto significativo. Cuando un profesor tiene altas expectativas sobre un estudiante, es más probable que este último logre un mejor desempeño. Esto sucede porque el profesor tiende a ofrecer más apoyo, atención y confianza a dicho estudiante, creando un entorno propicio para el aprendizaje.
Por ejemplo, estudios han demostrado que los alumnos a quienes sus profesores consideran "prometedores" suelen mejorar su rendimiento académico simplemente porque se les trata de manera diferente. Por otro lado, expectativas bajas pueden limitar el desarrollo de los estudiantes, incluso si tienen potencial.
Para evitar efectos negativos, es esencial que los educadores reconozcan el poder de sus expectativas y las utilicen para motivar y potenciar el aprendizaje en todos los estudiantes.
El efecto Pigmalión también se manifiesta en el lugar de trabajo. Cuando un líder o gerente tiene expectativas positivas sobre un empleado, este suele rendir mejor. Esto se debe a que las expectativas influyen en el trato que recibe el empleado: se le brinda más oportunidades, retroalimentación y confianza, lo que refuerza su motivación y compromiso.
Un ejemplo claro es cuando un jefe comunica de manera efectiva que cree en las capacidades de su equipo. Esto puede traducirse en un aumento de la productividad y la satisfacción laboral. Por el contrario, expectativas bajas pueden desmotivar a los empleados y afectar el desempeño general de la organización.
Uno de los experimentos más conocidos que ilustran el efecto Pigmalión es el llevado a cabo por los psicólogos Robert Rosenthal y Lenore Jacobson en 1968. En este estudio, se demostró cómo las expectativas pueden influir en el rendimiento de los estudiantes.
El experimento se realizó en una escuela primaria, donde a los profesores se les informó que ciertos estudiantes tenían un "potencial excepcional" para el aprendizaje, basándose en supuestas pruebas de inteligencia (aunque los estudiantes fueron seleccionados al azar).
Durante el año escolar, los profesores, influenciados por esta información, trataron a esos alumnos con mayores expectativas. Al final del curso, esos mismos estudiantes mostraron un rendimiento significativamente superior en comparación con sus compañeros.
Este experimento no solo confirmó que las expectativas de los profesores afectan el rendimiento estudiantil, sino que también demostró cómo el trato especial puede convertirse en un poderoso motivador.
En el ámbito de la inteligencia artificial (IA), el efecto Pigmalión también encuentra aplicaciones interesantes. Las expectativas de los usuarios hacia las capacidades de la IA pueden influir en cómo interactúan con estas tecnologías y en los resultados que obtienen.
No es que la tecnología sea capaz de entender si tenemos expectativas sobre ella ¡aún no está tan avanzada! Pero, por ejemplo, si un usuario cree que un asistente virtual es altamente competente, es más probable que formule preguntas complejas y confíe en sus respuestas.
Esta confianza puede llevar a un mejor aprovechamiento de las herramientas disponibles, y al contrario.
No hay que olvidar que en el diseño y desarrollo de IA, los ingenieros y científicos proyectan sus propias expectativas en los algoritmos. Creer en la capacidad de la tecnología para resolver problemas puede influir en la forma en que los sistemas se entrenan y optimizan, aumentando su eficacia. ¿Curioso verdad?
El efecto Galatea es un concepto relacionado con el efecto Pigmalión, pero se centra en las expectativas que una persona tiene sobre sí misma, es decir, el efecto Galatea se enfoca en cómo la autoconfianza y las creencias internas impulsan el rendimiento y los logros.
Ambos efectos, Pigmalión y Galatea, resaltan la importancia de las expectativas, ya sean externas o internas, en el desarrollo personal y profesional.
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