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La salud mental es parte del bienestar general de una persona. Pero hay factores que pueden incidir negativamente en ella y provocar malestar en diferentes niveles, como la realización individual, la independencia, las relaciones interpersonales sanas, entre otros. Se trata de la dependencia emocional, un patrón psicológico que puede llegar a ser incapacitante en sus casos más acentuados. En este post, te contamos más al respecto.
La dependencia emocional se expresa como un deseo y necesidad permanentes por la presencia o aprobación de otra persona. Esto deriva en un patrón de comportamiento en el que el/la dependiente emocional experimenta dificultad o incapacidad de sentirse bien de manera autónoma, por lo que requiere atenciones y otras demostraciones de afecto para sentir validación. Aunque se le suele asociar a las relaciones de pareja, donde posee una gran prevalencia, la dependencia emocional también encuentra lugar en los vínculos de padre-hijo y amistades. En cualquiera de estos tipos de relaciones, la persona dependiente padece inseguridad, miedo a la soledad, sentimientos de inferioridad y dificultad para tomar decisiones.
Dicho esto, una de las características de las relaciones interpersonales de una persona con dependencia emocional es que tanto su bienestar como su felicidad giran en torno de la otra persona. De ahí que, junto con los sentimientos antes mencionados, sea susceptible de tener la impresión de desamparo y, en consecuencia, un profundo temor por el abandono. Las causas u orígenes de la dependencia emocional se encuentran, sobre todo, en experiencias de vida que dieron espacio al surgimiento de carencias afectivas. La autoestima y la salud mental se ven afectadas; por lo tanto, el apego emocional de este tipo impacta negativamente cómo mantener relaciones saludables.
El origen de la dependencia emocional se encuentra en las experiencias de los individuos que la padecen, las cuales operan como base y disparadores de este patrón psicológico o rasgo de la personalidad. Así, las relaciones interpersonales adquieren un cariz sujeción a la validación externa, donde el apego funciona como sustento de seguridad, apoyo y compañía. El punto inicial de esto se encuentra en la primera etapa de la vida.
Siguiendo lo anterior, los patrones de apego se desarrollan en la infancia. Durante este periodo, los infantes se exponen a diferentes contextos y circunstancias que exigen, por un lado, adaptación y, por otro, el desarrollo paulatino de la autonomía. Si este proceso está mediado por experiencias traumáticas u otros condicionantes, como la falta de afecto o la sobreprotección de los padres o cuidadores, es probable que, cuando adultos, los infantes desarrollen sentimientos de dependencia debido a la baja autoestima o incapacidad de valerse por sí mismos.
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Los síntomas de la dependencia emocional se manifiestan en diferentes niveles y acciones, en los que la persona dependiente realiza determinados comportamientos que permiten reconocer este patrón. Veamos esto en detalle.
La persona dependiente siente que no puede vivir sin el otro, por lo que experimenta ansiedad, miedo o temor a la separación. Se concibe a sí misma como parte de una comunión en la que sin la otra persona nada tiene sentido. Esto se mezcla con el miedo a la soledad.
Esta necesidad intensa de atención o compañía deriva en comportamientos de control e, incluso, manipulación. Quien experimenta el apego emocional ansioso intenta, por diversos medios, saber de la otra persona, a la vez que demuestra su dependencia.
Pero nada de esto sería posible sin la idealización de la que es parte la persona objeto de apego. Así, sobre todo en el caso de las parejas, el/la dependiente crea una imagen casi perfecta del otro, de tal manera que realiza el siguiente ejercicio: mientras que sus calidades son menores, las del otro, al contrario, superiores.
La insatisfacción y sumisión pueden ser caras de la misma moneda, ya que la persona dependiente no puede expresar ni sus opiniones ni decisiones con total libertad. Como hemos visto, hay intenso miedo a la desaprobación y, luego, al abandono. Muchas relaciones de pareja pueden tornarse destructivas debido a esta duplicidad.
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La dependencia emocional puede causar estragos psicológicos en las personas que la padecen, ya que hay una alta posibilidad de mantener, durante un largo periodo de tiempo, actitudes dañinas y tolerar, en su caso, tratos perniciosos con impacto directo en la salud mental. Entonces, ¿qué hacer para no caer en la dependencia emocional?
Un primer paso es el autoconocimiento. Una manera de prevenir la dependencia emocional es entender y aceptar la historia personal. Al hacerlo, se fortalece no solo la identidad individual, sino también la consciencia sobre aquello que es beneficioso con respecto a las relaciones interpersonales. Así, el bienestar interior se proyecta hacia el bienestar con los otros.
El punto anterior incide en la exploración íntima de la experiencia vital. Una extensión de esto es, desde luego, expresar los límites de aquello que se tolera y de lo que no. El estandarte de cada persona es, por lo tanto, privilegiar el bienestar personal. Esto no desdice la importancia de la empatía; al contrario, al comprender al otro y a uno mismo, las relaciones se tornan más sanas con límites claros.
La autonomía va más allá de ejecutar tareas de manera independiente. Se relaciona también con la posibilidad de comprender que uno puede valerse por sí mismo sin la aprobación o validación constante de otros. Esto incide en la importancia de invertir tiempo en uno mismo, lo que impacta asimismo en el autoconocimiento. Pero aquí también hay una salvedad: la autonomía no implica el aislamiento. Una persona segura y autónoma también es capaz de pedir ayuda.
Y si te preguntas por cómo superar la dependencia emocional, los puntos anteriores son la base de un trabajo en el que deberá intervenir, según el caso, un profesional de la salud mental. Las psicoterapias ayudan al paciente a hacerse preguntas y encontrar respuestas relevantes para recuperar autonomía y fortalecer el amor propio.
Llegados a este punto, es normal preguntarse por el lado opuesto de la dependencia emocional. Aunque la respuesta se intuye, a continuación, presentamos una lista de aspectos que expresan con precisión en qué consiste el equilibro entre el bienestar individual y los diferentes tipos de relaciones.
Se es independiente, por lo que la felicidad y el sentido de la vida recaen en las aspiraciones, los valores e intereses personales.
Se es consciente de capacidades y posibilidades, de ahí que se puede construir una sólida autoestima.
Se es capaz de tomar decisiones sin miedo a la pérdida o la desaprobación.
Se tolera la soledad, por lo que la compañía de otros se convierte en una plena decisión.
Se definen metas y aspiraciones que impactan en la construcción de un sentido de propósito.
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