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El Día Internacional de la Felicidad, que se celebra el 20 de marzo, nos invita a reflexionar sobre la importancia de este estado tan importante en nuestras vidas. Más allá de relacionarse exclusivamente con momentos de alegría, la felicidad es un concepto amplio, vinculado a cómo percibimos y experimentamos el mundo que nos rodea. Esta efeméride, instituida por la ONU, enfatiza la necesidad de crear entornos que fomenten el bienestar, la igualdad y la justicia social como parte del desarrollo económico de las naciones. Así, este día se convierte en una oportunidad única para reconocer y promover la felicidad como un derecho fundamental para todos.
Felicidad. Es una palabra que resuena en todos y todas. Se trata de un estado que usualmente se confunde con la alegría, un sentimiento de exaltación, algarabía, entusiasmo, emoción, entre otros. Pero no, no se trata solamente de sonrisas o momentos estimulantes. La felicidad va más allá de cualquier atadura conceptual: en primer lugar, es siempre subjetiva –sujeta a la valoración individual de lo que uno experimenta cada día– y, en segundo lugar, se despliega y extiende sin límites temporales o circunstanciales. En pocas palabras, la felicidad sería algo más próximo a la relación positiva y sana con el mundo (y lo que uno espera y recibe de él, sin olvidar la agencia individual sobre todo esto) que con la experimentación de vivencias puntuales. Pero eso sí, lo que es objetivo es la condición que permite a un individuo desarrollarse y ser feliz, como veremos más adelante.
Por la importancia que tiene la felicidad en la vida de una persona, existe una jornada dedicada a abordarla. Así, cada 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad, un momento para reflexionar sobre aquello que le da sentido a la vida, es decir, lo que más importa de ella. Como cualquier efeméride, este día pone en el centro de atención la situación individual y, claramente, colectiva, en cuyo bienestar participan diferentes aspectos, como la salud mental, la cobertura de las necesidades básicas, el acceso a la educación, el ocio, la tenacidad, la tolerancia a la frustración, entre otros. En todo esto interviene, sin duda, el desarrollo económico, una sociedad más igualitaria y equitativa, así como la búsqueda de una sociedad cuya base sea el bienestar integral de sus ciudadanos.
Ahora bien, contrario a lo que se cree, la felicidad no invisibiliza las situaciones desafiantes, no; tiene que ver más con una consciencia plena de las posibilidades de uno mismo frente a ellas, de tomarlas como punto de partida y no como un punto final. En un momento en el que la crisis económica, las crisis sociales, las redes sociales y la tecnología invaden incluso los resquicios más profundos de la vida, se halla la necesidad de combatir no solo estímulos negativos, sino también discursos perjudiciales, que podrían llegar a impactar en el bienestar de las personas. Como siempre, en estos casos, la felicidad se acompaña del pensamiento crítico, resiliencia y autocuidado.
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Siguiendo las reflexiones anteriores, este día tiene una finalidad muy clara: reconocer la importancia de la felicidad como parte del desarrollo social. En este sentido, las agendas de los Estados deben orientarse a promover contextos idóneos para el desarrollo de sus ciudadanos; es decir, se busca enfocar el crecimiento económico desde una perspectiva equitativa, inclusiva, equilibrada, sostenible y, desde luego, orientada a la erradicación de la pobreza. Al asegurar las condiciones materiales mínimas que garanticen el bienestar individual y colectivo, la felicidad deja de ser una añoranza y pasa a tener el lugar que merece: un derecho que debe ser asegurado.
Este enfoque, además, permite que cada Estado pueda proyectarse hacia un desarrollo sostenido en el tiempo gracias a la puesta en valor del talento humano. Las sociedades más avanzadas y prósperas cuentan, de hecho, con indicadores de felicidad bastante superiores en comparación a los índices de países en vías de desarrollo, donde la pobreza y las desigualdades sociales signan la vida de muchas personas. En este sentido, se busca priorizar, en terminología económica, la Felicidad Nacional Bruta por encima del Producto Nacional Bruto. Esto quiere decir que la felicidad es una necesidad básica, no un lujo. Es un derecho por el cual deben velar los Estados, cuyos aspectos son los siguientes:
bienestar físico y mental
apoyo social
relaciones interpersonales de calidad
libertad y autonomía
igualdad y justicia social
buen gobierno y transparencia
crecimiento económico inclusivo y sostenible
educación y acceso a la información
paz y seguridad
cuidado del medioambiente
cultura e identidad
La Asamblea General de la ONU, al aprobar este día, pone de manifiesto la lucha por la felicidad.
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La felicidad se celebra, precisamente, luchando por la felicidad propia, cuyos resultados se extienden de manera natural hacia los demás. ¿Acaso el bienestar individual no impacta también en el prójimo? Ahora, en términos prácticos, si te preguntas qué hacer en el Día Mundial de la Felicidad, aquí te dejamos algunos consejos. Y ojo, basta con vestir prendas amarillas, usar pegatinas de caritas felices o subir estados en Instagram. Aunque también son parte de la celebración, vayamos a los actos que hacen la diferencia:
Qué mejor manera de celebrar la felicidad siendo uno mismo y, desde luego, mimándose. Te preguntarás, entonces, cómo es que se lleva a cabo el autocuidado. En la era en la que la información y los contenidos nos apabullan, lo primero es desconectar de las redes sociales, ya que esto te dará espacio para meditar, reflexionar y descansar. Otras actividades son realizar ejercicio de manera regular, establecer límites saludables con los demás, alimentarte bien y, sobre todo, centrarte en tu crecimiento. No podemos dejar de lado lo siguiente: dormir bien.
¿Qué te hace feliz? ¿Leer, trabajar por un buen futuro, participar de actividades de tu comunidad, ser un respaldo para los tuyos? Hay muchas formas, sin lugar a duda. Pero entendemos que una buena forma de comprender la felicidad es identificar cuáles son los elementos sobre los que reposa tu identidad. ¿De qué eres parte? ¿Cómo te defines? ¿Hacia dónde vas? ¿Te esmeras en cuidar de ti y de tus relaciones con amigos, familiares y círculo cercano? Todo esto, en principio, te hace sentir bien, pero visto en perspectiva te brinda recuerdos, valores, sentido de pertenencia, entre otros.
Ya hemos visto que el bienestar individual no sería posible sin el colectivo. De hecho, en cuanto individuos, somos una proyección de la sociedad, y viceversa. Entonces, ¿cómo hacer que esta sea más justa, equitativa, inclusiva? Practicando la empatía como primer paso. Ponerse en el lugar de los demás, entendiendo sus circunstancias y necesidades, permite tener una lectura más amplia de los problemas sistémicos que afecta a todos. Con consciencia de esto, las luchas justas no solo ganan adeptos, sino que se crea un ambiente tolerante, inclusivo y positivo para todos, con independencia de cualquier diferencia.
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Según el World Happiness Report 2024, la felicidad se mide mediante la evaluación de la vida a través de la escala Cantril (bienestar subjetivo). A nivel global, el top 5 de países más felices se sitúa así:
Finlandia (7,741)
Dinamarca (7,583)
Islandia (7,525)
Suecia (7,344)
Israel (7,341, puntaje otorgado antes del estallido del conflicto con Palestina)
Estos países destacan por sus sistemas de bienestar, alta cohesión social, confianza en las instituciones y políticas públicas orientadas al bienestar de sus ciudadanos.
En contraste, el top 5 de países con los índices más bajos es el siguiente:
Afganistán (1,721)
Líbano (2,707)
Lesoto (3,186)
Sierra Leona (3,245)
Congo (3,295)
Estos países enfrentan desafíos en materia de estabilidad política, desarrollo económico y cohesión social, lo que se refleja en sus bajas puntuaciones de felicidad.
El informe también desglosa la felicidad según rangos etarios, revelando matices importantes. En muchas regiones, los jóvenes (menores de 30 años) tienden a reportar niveles de vida más altos, impulsados por el optimismo y la capacidad de adaptación. No obstante, en áreas como América del Norte, la felicidad de los jóvenes ha disminuido de manera notable, al punto de situarse por debajo de la de los adultos mayores. Por otro lado, en países de Europa Central y del Este, se observa que los jóvenes disfrutan de evaluaciones significativamente superiores en comparación con sus contrapartes mayores, lo que indica un fuerte contraste en la experiencia del bienestar a lo largo del ciclo de vida.
Además, el análisis generacional revela que las personas nacidas antes de 1965 tienen, en promedio, evaluaciones de vida aproximadamente 0,25 puntos superiores a las de los nacidos después de 1980. Estos datos demuestran que tanto la edad como las condiciones generacionales influyen de manera determinante en la percepción de la felicidad, aportando información clave para diseñar políticas orientadas al bienestar en cada etapa de la vida.
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Helliwell, J. F., Layard, R., Sachs, J. D., De Neve, J.-E., Aknin, L. B., & Wang, S. (Eds.). (2024). World Happiness Report 2024. University of Oxford: Wellbeing Research Centre. https://worldhappiness.report/ed/2024/
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