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Escribir puede ser un pasatiempo interesante para incentivar la creatividad, pero también puede ser una profesión u oficio. En ambos casos, se requiere un conocimiento profundo sobre los tipos de narradores que existen, ya que estos permiten, según la intención del autor, presentar la historia de una u otra manera. Sea literatura infantil y juvenil, o narrativa en cualquiera de sus géneros, esto inclue dominar en profundidad las técnicas narrativas, incluso la estructura de un relato complejo. En este texto, nos enfocamos en los tipos de narradores.
Si quieres saber, ¡sigue leyendo!
El narrador en primera persona participa directamente en la trama. Se reconoce a través del uso del pronombre yo para narrar los eventos que ocurren. Por su parte, suele utilizarse para ofrecer no solo una versión más cercana a los hechos, sino también una perspectiva más íntima y subjetiva de estos. Como consecuencia, permite que los lectores accedan directamente a los pensamientos y emociones del narrador.
Este narrador en primera persona ejerce como personaje principal de la historia. Permite la creación de una conexión profunda entre el lector y dicho personaje, ya que este cuenta directamente sus experiencias.
Ejemplo:
Recuerdo aquel día como si fuera ayer. Yo, un joven convencido de mis sueños, me encontraba frente a indomable selva, decidido a descubrir sus más ignotos secretos. Cada paso que daba resonaba en la yerba fresca, llena de historias y misterios de tribus y bestias que solo yo podía desvelar.
Por su parte, el narrador testigo relata los hechos sin llegar a ser el foco principal de la acción. De este modo, conforme observa, cuenta la historia desde la perspectiva de otros personajes, lo que le aporta a la narración una visión más amplia y, en ocasiones, más objetiva de los acontecimientos.
Ejemplo:
Yo estaba allí cuando ocurrió. Vi a Dalia, mi hermana, enfrentarse a sus miedos. Desde mi discreta posición en la cafetería, observé cada gesto, cada decisión que tomaba, porque tenía que estar atento a sus movimientos por si, en algún momento, necesitaba de mi ayuda. Pero nada de eso fue necesario, porque, como contaré ahora, actuó como solo podría hacerlo ella.
En este caso, el personaje revela sus pensamientos más íntimos y profundos de manera directa en lo que se conoce como monólogo interior. A través de este, el lector tiene un panorama profundo de la psicología del personaje, lo que ofrece una caracterización profunda de los pensamientos, emociones, conflictos y demás que este experimenta.
Ejemplo:
¿Por qué me siento así? Estos pasillos, estas paredes parecen hablar, susurrar secretos que solo yo puedo oír. Mi corazón late rápido, cada pensamiento es un eco en la vastedad de mi mente. Su repicar destroza mis oídos y me hace sentir la manera en la que mi sangre recorre agresivamente por mis venas.
Este tipo de narrador se dirige directamente al lector, ya sea de manera singular (tú o usted) o plural (ustedes). Aunque es menos común, suele utilizarse en obras de ficción de carácter epistolar, es decir, cartas.
Ejemplo:
Atiende a lo que te digo: te encuentras en una encrucijada. Tienes dos caminos, pero solo puedes escoger uno para continuar: el de la izquierda te conduce a la insalvable monotonía de la rutina, mientras que el segundo, al descubrimiento de nuevos mundos, personas, historias, que solo tú podrías experimentar con maestría.
En comparación con los narradores en primera y segunda persona, el narrador en tercera persona se caracteriza por ofrecer una perspectiva más objetiva y, dependiendo de otros factores, más distante de los hechos, aunque demuestra más o menos conocimientos sobre estos. Se centra la utilización de la tercera persona, singular y plural, para referirse a los personajes y sus acciones.
Este narrador recibe el nombre de omnisciente debido a su conocimiento total de lo que ocurre, incluso los pensamientos y emociones de los personajes. En la narrativa, es el narrador más frecuente, ya que permite una comprensión profunda de las relaciones entre los eventos y los personajes, es decir, de causas y efectos. Con todo, permite que el lector acceda a una visión propiamente panorámica y detallada de la historia.
Ejemplo:
En una pequeña ciudad, Laura, bibliotecaria, y Marco, jardinero, se cruzaban a diario. Él, siempre con tierra bajo las uñas, ella, con un libro bajo el brazo. Un día, un aguacero los atrapó bajo el mismo alero. Compartieron una sombrilla, y luego cafés, risas, confidencias. En su sencillez, encontraron un amor profundo, tejido de pequeños gestos y comprensión mutua. Con el tiempo, sus vidas, como libros y jardines, se entrelazaron, creando una historia de amor auténtica y duradera.
En comparación con el narrador omnisciente, el narrador equiscente centra su foco en un solo personaje, es decir, el protagonista. Por lo tanto, no puede dar cuenta ni de los sentimientos ni de los pensamientos de otros personajes. Esta característica le convierte en un narrador cuya visión sobre todo lo demás es limitada.
Ejemplo:
En una ciudad remota, Emma, una intrépida arqueóloga, descubrió un mapa antiguo que apuntaba a un tesoro escondido. Junto a su leal amigo, Julián, se embarcó en una aventura llena de enigmas y peligros. Sorteando trampas y descifrando escrituras antiguas, avanzaron por densas junglas y cavernas oscuras. Un día, en una cámara secreta, hallaron el tesoro: no era oro, sino una biblioteca perdida, llena de sabiduría ancestral. Dentro de sí cabía fascinación, una que Julián, por como la miraba, demostraba no entender.
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Sebastian Rodrigo Canal Recharte
COPYWRITER
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