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Un megalodón o megalodonte es una especie extinta de tiburón que vivió en los océanos hace millones de años. Era uno de los depredadores marinos más grandes que jamás haya existido, con un tamaño estimado que podía superar los 15 metros de longitud o incluso más. El megalodón habitó los océanos durante el periodo Cenozoico, desde hace aproximadamente 23 millones de años hasta hace alrededor de 2.6 millones de años.
Este tiburón gigante era conocido por su impresionante mandíbula y sus enormes dientes, que podían medir hasta 18 centímetros de longitud. A pesar de algunos periódicos y voces afirmen que el megalodón sigue existiendo, esto no es más que una conjetura sin ningún fundamento científico hasta la fecha. El megalodón no vive en lo más profundo del mar, sino que se extinguió, junto a otros miles de animales, hace 3 millones de años.
Como hemos dicho, el megalodón se extinguió y no se ha vuelto a avistar ningún tiburón de este tipo. Hay decenas de películas sobre los tiburones megalodones, especialmente de terror, pero se enmarcan dentro de la ciencia ficción, no de la realidad.
Si bien algunas revistas sensacionalistas argumentan que el megalodón puede existir porque solo conocemos un 5% del océano, el tamaño del megalodón es tan tremendamente elefantiásico que es imposible que pudiera pasar desapercibido con toda la tecnología de hoy día.
Además, se calcula que un megalodón podía consumir más de 1100 kg de comida al día, por lo que no quedaría ni un pez en el mar si siguieran con vida por sus hábitos alimenticios desmesuradamente voraces.
En el presente, la especie marina más grande es la ballena azul antártica (Balaenoptera musculus Intermedia), y sus 150.000 kg de peso le dan la oportunidad de vivir tranquila nadando por los océanos, ya que no tiene depredadores. Solo hay otros animales que la atacan si está muerta, y su cuerpo puede alimentar a colonias animales enteras. A pesar de la fama que tiene el megalodón por su tamaño (16 metros), las ballenas azules son mucho más grandes (hasta 27 metros) que esta criatura que roza lo mitológico.
No hay un consenso de las causas de la extinción del megalodón. Lo que sí se sabe es que no fue el único caso de extinción por aquel entonces, sino que lo acompañaron miles de especies más. Así pues, se teoriza de que el responsable último de que se extinguiera este gigantesco escualo es el cambio climático.
Como resultado del cambio climático, las aguas fueron enfriándose y las corrientes de agua fueron cambiando de dirección. Por consiguiente, si las ballenas y focas de las que el megalodón se alimentaba a mansalva fueron migrando o desapareciendo, los megalodones morirían de inanición, ya que no les quedarían presas por cazar. Esta es la razón más factible de la extinción del megalodón más factible que manejan los científicos.
Un megalodón tenía 46 dientes frontales, 24 en la mandíbula superior y 22 en la inferior. Si consideramos que la mayoría de los tiburones tienen 6 hileras de dientes, podemos estimar que un megalodón tendría unos 276 dientes.
Estos dientes son muy valiosos, y han servido para estudiar todo lo que hoy día sabemos de los megalodones y su hábitat. Esto se debe a que los tiburones no tienen huesos como tal, por lo que no han dejado más restos que su enorme dentadura. Algunos estudios que han investigado sus dientes en detalle afirman que era uno de los animales más fuertes gracias a su potencia mandibular.
Hay rumores que dicen que los megalodones guardan un parentesco muy estrecho con los tiburones blancos, aunque no es tanta su cercanía genética. Por su parte, los tiburones blancos están más emparentados con los mako sharks, y no son los predecesores del megalodón como a veces se dice.
En realidad, hay algunos estudios que apoyan la teoría de que el megalodón fue el último ejemplar de una especie de tiburones de grandes dimensiones que se acabó extinguiendo por completo. Aun así, hay ciertas similitudes entre los tiburones blancos y los megalodones. Por ejemplo, los tiburones blancos son de sangre caliente y pueden controlar su temperatura corporal durante el nado, y lo mismo se teoriza en el caso del megalodón.
El megalodón habitaba en diversos océanos alrededor del mundo durante su tiempo en la Tierra. Este tiburón gigante se distribuía en una amplia gama de hábitats marinos, desde aguas cálidas hasta templadas. Sus fósiles y restos han sido encontrados en varias regiones geográficas, lo que sugiere que tenía una distribución global.
El megalodón prefería aguas profundas y áreas costeras donde podía encontrar una abundancia de presas, como mamíferos marinos. A medida que las corrientes marinas y las temperaturas del agua cambiaban a lo largo de los períodos geológicos, el megalodón se adaptaba a diferentes hábitats oceánicos para encontrar suficiente alimento.
Los restos del megalodón más al norte del planeta se han hallado en las costas de Dinamarca, y los que están más al sur, en Nueva Zelanda, lo que indica que su hábitat abarcaba un área muy extensa. El único lugar en el que no se ha hallado ningún resto del megalodón es en la Antártica.
Se cree que consumía otros animales marinos de gran tamaño y con mucha energía. Y no es de sorprender, ya que un tiburón de ese tamaño y con tanta fuerza debía tener unas necesidades nutricionales muy exigentes.
Así pues, el megalodón se alimentaba principalmente de mamíferos marinos, como ballenas, focas, delfines y otros animales que habitaban los océanos durante su tiempo. Su tamaño y poderosas mandíbulas le permitían atacar y devorar a presas de gran envergadura.
El megalodón era un superdepredador en su ecosistema, es decir, ocupaba el nivel más alto en la cadena alimentaria marina y, al igual que la ballena azul, no tenía depredadores que lo amenazaran.
Su papel como depredador principal influyó en la dinámica de los ecosistemas oceánicos de esa época. Por consiguiente, su extinción tuvo un impacto significativo en la estructura de las poblaciones de presas y otros depredadores que dependían de la presencia del megalodón en su entorno.
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