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La salud mental puede verse afectada por diversas condiciones y trastornos, cuyas consecuencias en la calidad de vida pueden llegan a ser significativas. Hay muchas maneras de afrontarlos, pero la principal es la asistencia a sesiones de psicoterapia. En estas, sea cual fuere el enfoque, el terapeuta guía al paciente hacia el autodescubrimiento, lo que tras una serie de sesiones puede conducir a la modificación de conductas y pensamientos. Dentro de las terapias cognitivo-conductuales, se encuentra la terapia de exposición.
¿Quieres saber en qué consiste esta terapia y cuáles son sus alcances? En este texto, te contamos en qué consiste la terapia de exposición, sus tipos y los aspectos más relevantes para que sea exitosa en el paciente. ¡Sigue leyendo!
La terapia de exposición es una técnica terapéutica usada para tratar ciertas condiciones en las que hay sentimientos de miedo, estrés y ansiedad. Herramienta de la terapia cognitivo-conductual, es un método que busca la exposición gradual, controlada y sistemática a recuerdos, pensamientos, situaciones u objetos causantes de angustia.
La premisa es revivir la experiencia para reducir, progresivamente, las respuestas expresadas en miedo y sensaciones físicas negativas. La tarea del terapeuta es guiar el proceso y acompañar al paciente en el proceso de aprender a tolerar o convivir con los recuerdos o circunstancias traumáticas.
En la terapia de exposición, el paciente debe hablar de lo que le causa temor o angustia, y enfrentarse a las consecuencias emocionales de su evocación, ya que se espera desarrollar la habituación. Es importante mencionar que la sensación de control es imprescindible para que el paciente afronte con éxito la situación. El terapeuta determina la frecuencia, la intensidad y las técnicas de exposición para lograr resultados positivos.
La terapia de exposición presenta al menos cuatro tipos. Veámoslos en detalle.
La exposición en vivo consiste en enfrentar directamente las situaciones o estímulos temidos. Este método resalta por su efectividad en el tratamiento de fobias. Por ejemplo, una persona con determinada zoofobia (e.g. arañas, perros) puede comenzar interactuando con el animal causante del miedo irracional. Se busca un avance progresivo hasta llegar a la experiencia directa. El resultado debe ser la habitación y, por ende, la reducción de la ansiedad.
En este caso, el terapeuta solicita al paciente que imagine o evoque pensamientos, recuerdos, objetos o situaciones temidas. Como se ve, el trabajo parte en gran medida de la memoria; así, rememorar permite recuperar detalles tanto sensoriales como emocionales con los que el paciente convive. De ahí que se trate de un enfoque funcional para casos de trastorno de estrés postraumático. En este caso, se conmina al paciente a procesar u confrontar sus miedos.
La realidad virtual es una alternativa innovadora para la terapia de exposición, ya que permite a los pacientes enfrentarse a miedos o fobias que, por su naturaleza, no pueden ser recreados o aprovechados en el consultorio. La tecnología de realidad virtual facilita el tratamiento las siguientes fobias: aerofobia, acrofobia, amaxofobia, entre otros. Asimismo, los terapeutas pueden implementarla cuando la exposición en vivo se torna conflictiva para el paciente.
La exposición interoceptiva hace referencia a las sensaciones físicas que se activan frente a objetos, sensaciones o circunstancias en las que se experimentan ansiedad, estés y angustia. Con la terapia, se busca que el procesamiento sensorial disminuya su asociación con esas sensaciones. Este método se aplica cuando los pacientes expresan el pánico a determinadas situaciones, como el miedo a morir por un paro cardiaco.
La terapia de exposición se recomienda para los siguientes casos:
Esta terapia es útil en fases avanzadas del tratamiento de adicciones a sustancias o conductas. Se requiere la abstinencia para prevenir la reincidencia en las adicciones. Ahora bien, la exposición controlada está orientada a controlar el deseo de consumo.
Para el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), la terapia de exposición, combinada con la prevención de respuesta, también puede llegar a ser un tratamiento eficaz para controlar los pensamientos ansiógenos. Los pacientes se exponen a las situaciones que desencadenan sus obsesiones sin realizar los comportamientos compulsivos. Se busca reducir la ansiedad y disminuir la recurrencia de los “rituales” o acciones asociadas a la compulsión.
En los trastornos de la conducta alimentaria, la exposición está relacionada con los pensamientos angustiantes en torno a, por ejemplo, la apariencia física. En este sentido, los pacientes no solo se exponen a alimentos, sino también a circunstancias estresantes que deben aprender a controlar. Como en los casos anteriores, la terapia busca reducir la ansiedad o corregir los comportamientos disfuncionales.
La terapia de exposición también se aplica en trastornos del control de impulsos, como la cleptomanía, la piromanía, las conductas sexuales riesgosas, entre otros. La exposición a situaciones que desencadenen los impulsos puede ayudar, con la guía del terapeuta, a controlar las reacciones y manejar los impulsos de manera controlada.
La terapia de exposición debe seguir los siguientes pasos para conseguir resultados positivos en los pacientes:
Si la ansiedad es muy intensa, la exposición a los recuerdos, objetos o situaciones debe ser paulatina para no afectar el proceso de aprendizaje y modificación de la conducta.
El paciente, al ser parte de la terapia, debe comprometerse a trabajar arduamente para conseguir resultados. Si ocurriera la falta de adhesión, el tratamiento puede fracasar.
El terapeuta debe elegir con cuidado el tiempo de exposición, la frecuencia y la intensidad de la terapia para evitar complicaciones en el paciente.
La gestión de expectativas es importante, ya que, como se vio, los cambios son observables tras un mínimo de sesiones.
Es necesario conocer las comorbilidades para determinar la pertinencia de la terapia de exposición.
Los pacientes deben contar con una red de apoyo para lograr avances significativos.
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