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El estrés es una respuesta fisiológica y psicológica natural ante situaciones que demandan una adaptación por parte del organismo. En su esencia, el estrés es un mecanismo de supervivencia presente en todo el mundo animal que activa una serie de cambios en el cuerpo para dar una respuesta ante una amenaza percibida. Este proceso, conocido como respuesta de lucha o huida, implica la liberación de hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina, que preparan al cuerpo para la acción.
En su forma positiva, conocida como eustrés, el estrés puede ser motivador y facilitar el rendimiento. Por ejemplo, en animales, unos niveles de estrés razonables les empuja a buscar alimento y a reproducirse.
Sin embargo, cuando el estrés se vuelve excesivo o crónico, puede dar lugar al distrés, que es una forma perjudicial de estrés y que, de prolongarse, perjudica la salud física y mental de los animales, así como de los seres humanos. En este artículo te contamos cómo afecta el estrés a los animales en cautiverio, sean domésticos, de producción o en zoológicos.
El estrés en los animales involucra dos sistemas clave: el eje HHA (hipotalámico-hipofisario-adrenal) y el sistema SAM (simpático adrenomedular), que se consideran fundamentales en la respuesta al estrés. Tradicionalmente, la concentración de glucocorticoides se ha utilizado como medida para medir el estrés. Sin embargo, esto puede dar lugar a equívoco, ya que los sistemas mencionados también influyen en la redistribución de nutrientes hacia los tejidos activos, y no solo en el estrés. Así pues, hay situaciones tanto aversivas (como peleas) como gratificantes (como reproducción) que pueden desencadenar respuestas fisiológicas de estrés similares.
Los estudios más actuales sugieren que las consecuencias negativas del estrés en los animales no dependen tanto de la naturaleza física del estímulo, sino más bien de la capacidad del animal para preverlo y controlarlo. Así, se propone que el término “estrés” debería reservarse para situaciones en las que el animal enfrenta algo que excede su capacidad para procesarlo, especialmente cuando se trata de estímulos imprevisibles.
Las investigaciones más recientes también han explorado el papel que cumple el cerebro en la respuesta al estrés. Son diversas las áreas cerebrales que participan y se interrelacionan en la organización de respuestas a estímulos aversivos o amenazantes. Las neuronas hipotalámicas, por ejemplo, son sensibles a estímulos internos y externos, así como a estímulos psicosociales.
Bien sea en granjas o zoológicos, los animales en cautiverio pueden experimentar diversos factores de estrés que influyen negativamente en su bienestar. Algunos de estos factores incluyen:
Hacinamiento: La falta de espacio para moverse y explorar es estresante para los animales, especialmente en granjas en las que amontonan a muchos animales en espacios reducidos para hacer un uso eficiente del espacio desde perspectivas económicas.
Interacción social limitada: En función del animal, hay algunos que requieren mayor interacción social con compañeros de su especie para desarrollarse de forma natural. Así pues, la ausencia de este componente social les puede generar estrés, especialmente si se trata de animales que son activos socialmente.
Entorno monótono: La falta de estímulos ambientales y cognitivos que conlleva el encerrarlos en un espacio reducido y sin ningún estímulo estresa a los animales por el aburrimiento que les genera y la acumulación de energías redundantes que no gastan. Esto lo vemos también claramente en animales domésticos como los perros. Cuando su aburrimiento es crónico, reaccionarán de forma exagerada a cualquier estímulo externo mínimamente interesante.
Cambios ambientales bruscos: Estos cambios que el animal no prevé son más graves para su bienestar si son crías o si son animales que no han nacido en cautiverio. A su vez, las alteraciones súbitas en aspectos que configuran su hábitat en cautiverio, como la iluminación, temperatura o la distribución del recinto, son posibles fuentes de estrés, normalmente temporal.
Manejo y procedimientos veterinarios: Los exámenes médicos, tratamientos y otros procedimientos veterinarios también son estresantes para animales que no estén acostumbrados. Hemos de tener en cuenta que, de forma natural, a los animales no les gustan que los toquen, y ni hablemos ya de manosearlos. Los animales más mansos como las vacas tardan menos tiempo en adaptarse a estos exámenes rutinarios.
Ruido: Los entornos ruidosos o la exposición constante a ruidos fuertes pueden ser estresantes para los animales, ya que pueden ser más sensibles al sonido que los humanos. Por norma general, su hábitat natural no suele ser tan ruidoso como el del ser humano. En zoos, es importante que los animales tengan su espacio de tranquilidad y silencio que imite la naturaleza de forma fiel.
Los animales con estrés excesivo pueden mostrar diversos síntomas, como babeo excesivo, jadeo, inquietud visible, ansiedad, temblores, arcadas y vómito. Además, pueden desarrollar comportamientos más complejos, como estereotipias o conductas compulsivas, como rascarse continuamente o dar vueltas.
Estos comportamientos tienen el potencial de evolucionar hacia problemas más graves, incluyendo lamerse compulsivamente en un punto específico hasta provocarse heridas, morderse el rabo, cazar moscas o mostrar agresividad hacia sí mismos u otros elementos de su entorno.
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Wiepkema, P. R., & Koolhaas, J. M. (1993). Stress and animal welfare. Animal Welfare (South Mimms, England), 2(3), 195–218. https://doi.org/10.1017/s0962728600015876
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