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El hígado graso es una condición caracterizada por la acumulación de grasas en el hígado, las cuales dificultan el correcto funcionamiento de este órgano. Las causas son diversas, pero la principal es el tipo de dieta. Si esta contiene muchas frituras, alcohol u otros alimentos con una gran cantidad de grasas o azúcares, puede conducir al desarrollo de la esteatosis hepática.
Si no se trata oportunamente, puede evolucionar a condiciones más severas como la fibrosis hepática o la cirrosis. Los factores de riesgo van más allá del consumo de alcohol; se incluyen la obesidad, altos niveles de triglicéridos y la resistencia a la insulina pueden contribuir a su aparición. Para evitarla, se recomienda una alimentación saludable, mientras que, si se padece, una dieta para el hígado graso que ayude a controlar la condición. ¡Aquí te contamos más sobre ella!
El hígado graso, por sus características, no suele presentar síntomas durante sus primeros estados; es decir, puede pasar inadvertido en quien lo padece. No obstante, con la progresión de la enfermedad, comienzan a aparecer indicadores del agravamiento de la esteatosis hepática. ¿Cuáles son estos síntomas que podrían indicar hígado graso? Veamos:
La concurrencia de estos síntomas podría dar cuenta de otras enfermedades, por lo que es necesario asistir al médico, que solicitará pruebas para confirmar el hígado graso.
Como se vio, ante la sospecha de hígado graso, se necesita una evaluación clínica detallada. ¿Qué es lo que incluye? Las pruebas médicas incluyen:
El médico ausculta la zona derecha del abdomen donde se encuentra el hígado. El objetivo es determinar si el órgano posee un tamaño superior al normal, la existencia de manchas que insinúen resistencia a la insulina y otros posibles indicadores corporales, como la pérdida de masa muscular.
En esta prueba, se indagan los niveles de las enzimas hepáticas. La dos principales son las siguientes: alanina aminotransferasa (rango normal entre 4 y 36 U/l) y aspartato aminotransferasa (rango normal entre 8 a 33 U/l). Asimismo, el médico podría solicitar otros análisis para confirmar o descartar factores que podrían incidir en los niveles de dichas enzimas.
Las pruebas de diagnóstico por imagen aportan información valiosa sobre el estado del hígado, aunque hay unas más precisas que otras. Por un lado, las ecografías pueden indicar la presencia de grasa, pero no determinar la existencia de cirrosis. Por su parte, tanto la tomografía como la resonancia magnética permiten una mejor observación del estado del órgano.
Se trata de una prueba en la que se extrae un pequeño trozo de tejido para que sea analizado en microscopio por un patólogo. Es la prueba más efectiva en el diagnóstico de hígado graso no alcohólico, que los médicos solo la recomiendan cuando hay señales de enfermedad hepática severa.
La enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA) se desarrolla en individuos que no consumen alcohol en exceso. Consiste en la acumulación de grasa en el órgano, lo que provoca inflamación y daño en el tejido hepático, que puede derivar en cirrosis hepática. Ciertas enfermedades, como la diabetes tipo 2 y la obesidad, pueden incrementar la probabilidad de padecerla.
Este tipo de hígado graso es causado por el consumo excesivo de alcohol. Al ser el hígado el órgano que descompone la mayor parte del alcohol ingerido puede sufrir daño celular, el cual deriva en la acumulación de grasa.
Una preocupación común en las personas con hígado graso es la alimentación. ¿Cuál es el régimen alimenticio que deben seguir para controlar el avance de la enfermedad? Una dieta adaptada, equilibrada y variada es fundamental. Pero ¿qué debe contener?
Los alimentos ricos en fibra (frutas, verduras, legumbres, frutos secos y granos enteros) ayudan no solo a mejorar la digestión, sino también a reducir la absorción de grasa. Además, estos alimentos contienen azúcares saludables.
La vitamina C, como la E, es reconocida por sus propiedades positivas en el hígado, ya que posee efectos antioxidantes en las células y tejido hepáticos. Incide también en la desintoxicación de este órgano.
Los ácidos grasos omega-3 fomenta la pérdida de grasa corporal, a la vez que permite el mejoramiento de la microbiota intestinal. ¿En qué alimentos se encuentra? Está presente, sobre todo, en pescados como el salmón, las nueces y los aceites vegetales (véanse los de linaza y soja).
Los carotenoides, como los presentes en zanahorias, salmón, boniato, naranjas y yemas de huevo, pueden mejorar la función hepática gracias a sus propiedades para el control de la acumulación de grasas en el hígado.
Una dieta para el hígado graso debe incluir alimentos que promuevan la salud hepática y evitar aquellos que la perjudiquen. Las cantidades y la frecuencia de la comida estarán determinadas por el médico y nutricionista, por lo que las siguientes opciones sirven como orientación. En cualquier caso, es necesario el seguimiento de un especialista. Aquí algunos ejemplos:
Opción 1. Avena cocida en agua o leche de almendras, acompañada de trozos de manzana, canela en polvo y una cucharadita de semillas de linaza. Este desayuno es rico en fibra y antioxidantes.
Opción 2. Ensalada de frutas (kiwi, manzana, fresa y gajos de naranja) y leche de almendras con una cucharada de semillas de chía, que aportan omega-3, fibra y proteínas vegetales.
Opción 1. Ensalada de quinua con verduras a la plancha (calabacín, pimientos, berenjena), aderezada con aceite de oliva virgen extra y vinagre balsámico. Añade pechuga de pollo y un poco de aguacate para las grasas saludables.
Opción 2. Estofado de pollo o ternera, acompañado con una ensalada generosa de espinacas, rodajas de tomate y brotes como canónigos. Este almuerzo balanceado ofrece proteínas magras, fibra y antioxidantes.
Opción 1. Yogur griego light con una mezcla de frutos rojos frescos (fresas, arándanos o frambuesas) y un puñado de nueces. Esta opción es baja en grasas y, además, muy nutritiva.
Opción 2. Sándwich de pan integral, aguate y rodajas de tomate, aliñados con aceite de oliva extra virgen y gotas de limón para aportar vitamina C.
Opción 1. Filete de salmón a la plancha con un acompañamiento de brócoli al vapor y papas asadas. El salmón aporta omega-3, mientras que las patatas y el brócoli son fuentes excelentes de antioxidantes.
Opción 2. Pechuga a la plancha con ensalada mixta de brotes verdes, espárragos y piñones. La cantidad de grasas es justa y apenas se encuentra en las semillas.
En la dieta para el hígado graso, se deben evitar los siguientes alimentos que, tras su consumo continuado, podrían agravar la condición. Veamos:
Los alimentos naturales y frescos con imprescindibles para controlar el avance del hígado graso y, por lo tanto, el mejoramiento de uno los órganos más importantes del organismo.
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