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En contabilidad, existen una serie de conceptos básicos que son necesarios conocer para poder entender la materia y realizar correctamente los registros contables. ¿Habías escuchado alguna vez hablar de los activos de una empresa? ¿Sabrías diferenciar un activo corriente de un activo no corriente?
Este término hace referencia a un activo que tiene un determinado valor con utilidad a largo plazo, pero si lo que quieres es comprenderlo en profundidad, ¡sigue leyendo! Te explicamos todo lo que necesitas saber.
Cuando nos referimos a los activos, ya sean el corriente o el activo no corriente de una empresa, hablamos del conjunto de bienes, recursos y derechos que componen o pertenecen a la misma. Estos terminan aportando valor al patrimonio del negocio dentro del balance general y, como es de esperarse, tiene una clasificación propia dentro de ella, de lo cual hablaremos más adelante.
Por otro lado, es importante resaltar que el valor monetario de los activos pueden variar con el paso del tiempo, ya sea por desgaste o devaluación. Esto dependerá de la situación en la que se encuentren. Sin embargo, los criterios para evaluarlos siguen siendo los mismos:
Más allá de saber qué es un activo en una empresa, es necesario tener presente que los activos financieros se dividen en dos partes fundamentales que luego se clasifican. Estas partes son:
También conocido como activo circulante, se refiere a los bienes y recursos que permanecen dentro de una empresa durante un tiempo máximo de un año. Es decir, a corto plazo. Por lo general, son comprados para ser consumidos o para venderlos en poco tiempo.
Algunos de ellos son los siguientes:
También conocido como el activo fijo o inmovilizado. Este no es más que el conjunto de bienes, recursos y derechos que posee una empresa por un tiempo superior a un año. Es decir, a largo plazo en este caso. En este caso, dentro de lo que es un activo no corriente de una empresa, existe una subclasificación:
La importancia del activo no corriente en la estrategia empresarial reside en su capacidad para la creación de riqueza y su uso como respaldo para financiamiento. Es decir, el activo no corriente de una empresa puede ser fundamental para emprender nuevos proyectos, expandirse o afrontar situaciones económicas adversas.
Con esto, entendemos que, en contabilidad, el activo no corriente representa los recursos a largo plazo que una empresa posee y utiliza para respaldar sus operaciones a lo largo del tiempo. Se clasifica en diversas categorías, incluyendo propiedades, planta y equipo, inversiones a largo plazo, activos intangibles y otros activos no corrientes. Estos activos se valoran inicialmente al costo de adquisición, que incluye el precio de compra y los costos asociados. La valoración de activos no corrientes puede ajustarse posteriormente para reflejar cambios en el valor de mercado, pero la depreciación también desempeña un papel crucial. La depreciación se aplica a activos tangibles para reflejar su desgaste o deterioro a lo largo del tiempo, y su cálculo se basa en la vida útil estimada y el valor residual. La gestión efectiva de la valoración y depreciación de los activos no corrientes es esencial para mantener una representación precisa del valor de la empresa en el balance contable y para respaldar decisiones estratégicas a largo plazo.
La contabilidad de costes y el control de gestión son componentes esenciales en la administración empresarial, proporcionando herramientas clave para la toma de decisiones informadas y la optimización de recursos. La contabilidad de costes se enfoca en la identificación y asignación de costes asociados a la producción, permitiendo evaluar la rentabilidad de productos o servicios y orientando decisiones estratégicas sobre precios y procesos de producción.
Por otro lado, el control de gestión abarca la planificación estratégica, la fijación de objetivos y la supervisión del desempeño, facilitando la dirección efectiva de las actividades hacia el logro de metas organizativas. Juntos, estos enfoques ofrecen a las empresas una visión integral de sus costes operativos, fortaleciendo su capacidad para mejorar la eficiencia, adaptarse a cambios en el entorno empresarial y mantener una ventaja competitiva sostenible.
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