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La globalización se ha convertido en la herramienta estratégica para el desarrollo de una cultura planetaria estandarizada. Por lo tanto, la propuesta de nuevos atributos, principios, sentimientos y valores humanos han modificado nuestra forma de vida. Muchas veces escuchamos decir “¡Vivimos en una sociedad sin valores!” o “¡Nuestra juventud está perdida!” ¿Es así o solo formamos parte una cultura cuyos valores son lo necesariamente flexibles para adaptarnos rápidamente a los cambios que nos asedian continuamente?
Los valores son principios particulares positivos que definen el comportamiento y la conducta adoptada por los individuos que conforman la sociedad. Cuando hablamos de “una sociedad sin valores” nos referimos a una desmoralización completa del ser humano, una sociedad donde no se aplican los principios éticos ni los valores morales desde ningún ángulo… ¿es correcta esta tesis, entonces?
En este contexto, la tesis sobre una sociedad sin valores está negada, ya que los valores existen y evolucionan a la par del crecimiento de nuestra especie. Los valores fundamentales como: la igualdad, la fraternidad, la libertad y la justicia se fortalecen y hoy más que nunca nos organizamos para que estos prevalezcan. Por eso, observamos como las acciones en pro del medio ambiente y el desarrollo sostenible se consolidan ante la necesidad de aceptar el derecho a la salud que tiene nuestro planeta.
El concepto de una sociedad sin valores éticos o morales nace de nuestra necesidad de encontrar una forma de vivir correctamente, de querer permitir la evolución de la vida humana más allá de conflictos, la crisis, la corrupción y la innegable situación de pérdida de valores que tiene lugar a nivel micro, meso y macro.
Es importante reconocer que los valores no se han perdido por completo, pero con los constantes azotes que la democracia ha recibido en distintos lugares del mundo, la realidad de las consecuencias es cada vez más agravante y notoria.
En siglos pasados no se hablaba de diversidad, de violencia de género o de los derechos de las personas con discapacidad. Tampoco se evidencian relatos sobre la acción conjunta de organizaciones que defendieran los derechos de los niños y, no existen pruebas de que los organismos internacionales presionaron para reducir los índices de la pobreza extrema o de la hambruna. Si lo piensas detenidamente, ni siquiera existían estas organizaciones.
Sin duda podemos concluir que en la actualidad vivimos en una sociedad que es participe del nacimiento y crecimiento de una nueva consciencia, la cual logra reconocer el derecho de las minorías y que le da respeto a los valores.
Las realidades que mencionamos anteriormente se relacionan de manera estrecha con todas las prácticas inhumanas y de antivalores que tenían lugar en el mundo, que ha hecho que los jóvenes y la familia se hallen en un proceso de cambio ante la complejidad transformadora que lo permea todo y a todos.
Por ejemplo, en este nuevo escenario globalizado está emergiendo la cosmovisión postindustrial, la cual impacta el desempeño de las empresas cuyo objetivo actual ya no es obtener más ganancias en términos de dinero, sino ser sostenibles.
De esta manera, el entorno global donde se desarrolla la gerencia actual propone constantes y vertiginosos cambios que, obligan a los directivos a asumir la flexibilización y la adaptabilidad como estrategias para garantizar la sostenibilidad de las organizaciones. La asociatividad se impone, producto de la crisis ambiental, económica, financiera o social que afecta a determinada región, estremece al sistema económico global.
De manera hipotética en cuanto a la realidad de una sociedad sin valores, podríamos exponer que el problema mayor se encuentra en la crisis de valores que impacta en la comunidad juvenil y adulta, trayendo graves consecuencias que se traducen en un decadente estado a nivel social y económico de la colectividad.
Las autoridades, o los entes que laboran en el sector de seguridad, se encuentran para proteger, salvaguardar y asegurar una vida sin crímenes a los ciudadanos, pero en una sociedad que ha perdido los valores del respeto, disciplina y honestidad se ve afectada tremendamente la percepción hacia estos individuos, causando conflictos policiales internos y externos, así como la corrupción dentro del campo.
Muchas de las causas de la decadencia de nuestra sociedad ha tenido que ver con situaciones de discriminación hacia personas de diferentes etnias o con condiciones de discapacidad y enfermedad, lo cual viene relacionado directamente con la pérdida de valores como la tolerancia, la solidaridad y el respeto.
Los valores del perdón, la responsabilidad social y el imprescindible respeto son capaces de mantener a la sociedad en un camino correcto, pero cuando estos se pierden la agresividad y la violencia premeditada y espontánea tienen a aumentar en las calles y hogares.
La existencia de valores como la amistad y el amor son necesarios para construir una sociedad con personas expresivas y empáticas con el prójimo, por lo que cuando estos importantes valores no existen las personas tienden a interesarte poco por el bienestar ajeno, resultando en desviadas conductas que pueden llevar al egoísmo, la arrogancia, la envidia y el odio.
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En una sociedad sin valores no persistiría la práctica de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), que como eje transversal de la gerencia moderna busca plantear la responsabilidad de las empresas con respecto a las consecuencias de su gestión. Igualmente, la RSE se ha convertido en materia obligatoria de cualquier experiencia de formación en Gerencia. Es así, como el tema de los valores éticos de la gerencia postmoderna trascienden la retórica.
En esta colectividad que se niega a ser “una sociedad sin valores” se gestiona un proceso de selección natural entre las empresas en todo el mundo, donde no necesariamente sobreviven las más grandes, sino aquellas que están mejor preparadas éticamente para enfrentar los cambios y las nuevas bases de la competitividad. Se impone una nueva forma de entender los negocios y de interpretar la función de la empresa como ente responsable ante la sociedad.
En una sociedad sin valores, ¿podrían sobrevivir las empresas pequeñas cuyos valores morales se convierten en una fortaleza? ¿Veríamos cómo grandes empresas desaparecen por no asumir su compromiso con el desarrollo social? ¡Pues no! Todo esto confirma la existencia de una sociedad que cambia para ser mejor, sentando las bases de una nueva productividad, sustentada en la cultura de la responsabilidad social como base para la sostenibilidad.
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