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El 23 de abril es una de las fechas más esperadas por los amantes de los libros. Y si son catalanes o viven en alguna ciudad de Cataluña, la emoción es mayor. ¿A qué se debe esto? Se trata del día en que se regalan rosas por Sant Jordi y libros por el Día Internacional del Libro. Más allá del entusiasmo por ser parte de esta doble celebración, en este post, te contamos más detalles sobre la leyenda de este santo, el origen de la entrega de flores en su día y por qué también se regalan rosas. ¡Te contamos más sobre la rosa de Sant Jordi!
La vida y padecimiento de San Jordi adquirieron –en muy poco tiempo tras su muerte– tintes legendarios que, hoy en día, son el prisma con el que lo conocemos. A pesar de no saber con exactitud algunos detalles de su biografía, sí se han conservado datos que nos permiten comprender cuál era el horizonte histórico en el que transcurrió su existencia.
Lo primero de todo es que se dice, aunque no con rotundidad por la dudosa fiabilidad de las fuentes históricas, que fue hijo de un noble persa, Geronci, y una mujer palestina, Lydda. Nacido en la antigua ciudad de Cesarea de Capadocia (en la actualidad, Kayseri en Turquía), recibió una educación cristiana. Al cumplir la edad estipulada para hacerlo, se enlistó en la milicia romana, siguiendo los pasos de su padre, quien también había sido militar.
Tras varios años de servicio, según reza la historia, ejerció de guardia personal de nada menos que el emperador Diocleciano, además de haber sido destinado a Nicomedia, donde poseyó el cargo gubernamental conocido como tribú. Precisamente, en este periodo, la suerte de Sant Jordi cambió. Diocleciano ordenó, en el 303 d. C., la persecución de los cristianos luego de imponer el culto al dios Apolo. Sant Jordi se negó a seguir este mandato, por lo que recibió las represalias del emperador.
Aquí es donde inicia su martirio y también la leyenda. Según la tradición, la tortura se extendió durante largos años, al menos siete, durante los cuales no solo padeció el apresamiento, sino también crudelísimos y variados tormentos físicos. Durante su pasión, murió y revivió en numerosas ocasiones.
Finalmente, fue decapitado un 23 de abril. Esta aura de santidad, justificada por su férrea defensa de la fe cristiana, le valió la santificación en el 494 d. C. por el papa Gelasio I. Este mismo papa declaró que el acta de mártir (acta martyrium) sea considerada apócrifa debido a la inverosimilitud de los sucesos recogidos en ella sobre la pasión de Sant Jordi. Como se ve, la leyenda había sido ya creada.
Si bien la pasión y muerte de San Jordi son una leyenda en sí mismas, también ha perdurado en el tiempo otra muy conocida. Se trata del relato de Sant Jordi y el dragón de Montblanc, tomando la tradición catalana como referencia. Pero ¿qué narra esta historia cuyo origen se remonta al siglo XIII? La leyenda en sí misma existía desde mucho antes, pero alcanzó mayor difusión a partir de la publicación del libro La leyenda dorada de Iacopo Varazze. En principio, posee muchas similitudes con otras leyendas medievales, a saber: un dragón, un pueblo cautivo, la hija de un rey y, cómo no, un caballero.
Se cuenta que el dragón obligaba a los habitantes del pueblo a darle su ganado para alimentarlo; sin embargo, una vez agotados los animales, este exige doncellas. Aquí es donde aparece la figura de la princesa: tras un acuerdo, se decide que la víctima se elegiría por sorteo, tocándole a ella su turno correspondiente. El rey, consternado por la suerte de su hija, realiza una convocatoria: quien mate al dragón para evitar que la engullera podría esposarla. Como es de esperar, aparece Sant Jordi, quien, bajo la condición de que todos se convirtieran al cristianismo, se ofrece a sacrificar al dragón. Y así lo hace: lo degüella y salva a la princesa.
Entonces, ¿qué relación existe entre Sant Jordi, el dragón y la rosa? La tradición catalana indica que la sangre del dragón, al caer a la tierra, hizo brotar rosales frondosos y bellos. Sant Jordi tomó de entre ellos una rosa roja para entregársela a la princesa. Luego, este caballero desapareció. Un apunte sobre la leyenda de San Jordi: considerando que el culto por este santo se extendió por Europa, la historia alcanzó matices locales, como es el caso del emplazamiento de la leyenda (Montblanc o Rocallaura).
Ahora sí tenemos la respuesta a por qué se regala una rosa en Sant Jordi. Este santo fue declarado patrón de Cataluña en 1456, tras lo cual, en el XVI, incrementó no solo su culto, sino también las actividades organizadas en torno a su figura. Con el advenimiento de la Renaixença, el día de Sant Jordi cobró más importancia hasta convertirse en la fiesta más representativa de Cataluña. Así, cada 23 de abril, recordando al santo y su leyenda, se entrega una rosa a la persona amada como muestra de amor.
Llegados a este punto, la relación entre Sant Jordi, los libros y las rosas puede estar casi aclarada, pero no está de más ahondar en la explicación. ¿Qué ocurre cada 23 de abril?
Muerte de Sant Jordi por orden del emperador romano Diocleciano.
Muerte de tres grandes exponentes de la literatura en 1616: Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. En el caso del primero, murió un 22 de abril, pero fue enterrado al día siguiente, mientras que, en lo que concierne al segundo, murió el 23 de abril según el calendario juliano vigente durante el periodo isabelino.
En honor a estos escritores, la Unesco estableció el 23 de abril como el Día Internacional del Libro con el fin de fomentar la lectura, promover el crecimiento y desarrollo de la industria editorial, así como concienciar en torno a la protección de la propiedad intelectual.
Entonces, el Día del Libro se celebra en Sant Jordi debido a la fusión de ambas festividades. Si bien el primer Día del Libro en España se celebró el 7 de octubre de 1926, esta celebración se trasladó, a partir de 1930, al 23 de abril al comprobarse que ese fue el día en que había fallecido Cervantes. Además, en ese entonces, la Cámara del Libro de Barcelona estaba interesada por hacer coincidir este día con la celebración de Sant Jordi, en el que se regalaban flores. Fue a partir de ese momento en que, al menos en Barcelona y Cataluña, cada 23 de abril se regalan libros y rosas como parte de la celebración de la cultura y el amor, respectivamente.
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