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En la actualidad, es imposible sustraerse de la publicidad emitida desde los diferentes medios de comunicación: en la televisión vemos anuncios de productos y marcas diferentes, en las redes sociales los algoritmos nos acometen con vídeos promocionales y así, en casi cualquier ámbito de nuestra vida, encontramos incentivos para el consumo. Esto se debe a la educación del consumidor.
De este modo, en la última época, tan fecunda en nuevas tecnologías y la integración globalizada, el consumo se ha convertido en una práctica habitual de nuestra cotidianidad, de hecho, en muchas ocasiones compramos cosas de manera inconsciente y natural. Por esta razón, en este artículo repasamos los puntos centrales en torno al concepto de la educación del consumidor.
Si te apasiona la sostenibilidad, la educación y conocer cuáles son los derechos y obligaciones de los consumidores. Este artículo es para ti. ¡Sigue leyendo!
La educación del consumidor, cuyo punto de partida es el consumo sustentable, busca la formación de personas críticas, responsables y comprometidas, no solo con su entorno medioambiental, sino conocedoras de sus derechos y responsabilidades como compradores.
En los últimos tiempos, el concepto de consumismo ha ganado notoriedad en los debates ecológicos, debido a que el consumo desmesurado y sin control de artículos es causante de una gran brecha desigual y un impacto desequilibrante en el medioambiente. ¿Cuál es su significado y, más importante aún, cuál es su papel en la educación del consumidor?
El consumismo se refiere a la inclinación de las personas, muchas de ellas bajo el influjo de la publicidad, de adquirir, coleccionar y acumular bienes y servicios que, en la mayoría de ocasiones, no tienen ninguna utilidad ni son necesarios.
En otras palabras, en el mercado de consumo, las personas se ven influenciadas a comprar productos que no conocen ni precisan, pero que la publicidad vende como necesidades y características esenciales de la identidad. Además, constituye una amenaza para el equilibrio ecológico y el agotamiento de recursos naturales, ya que, al aumentar la demanda y exigencia de un artículo, crece la explotación de recursos que no siempre son renovables.
Por lo tanto, es un fenómeno con implicaciones políticas, sociales, económicas y culturales que intenta evitarse a través de la educación del consumidor y la promoción de prácticas más sanas con respecto al consumo de servicios y productos.
La educación del consumidor apunta a la creación de costumbres más responsables, una mayor concientización de los derechos y obligaciones del consumidor, con el fin de lograr un consumo responsable.
El consumo responsable es una visión que busca tener en consideración, además de las variables de precio y calidad, los factores sociales y culturales detrás de su producción, y el impacto posterior en el medioambiente. De este modo, se trata de propulsar una política de sostenibilidad en todas los aspectos relacionados con el consumo.
Asimismo, busca educar a las personas en la influencia en el consumo que tienen las distintas campañas de marketing, inculcando valores y actitudes con respecto al bienestar. Al mismo tiempo, se brinda conocimientos financieros para el consumo privado con el fin de planificar la economía personal de acuerdo a las necesidades y posibilidades económicas.
A su vez, se busca dotar a las personas de una mirada más amplia de las relaciones socioeconómicas de las cadenas de producción y distribución, y la responsabilidad del consumidor en los esquemas de repartición y estructuras económicas que socavan y agotan los recursos naturales. Su objetivo final es que los consumidores cambien sus hábitos de consumo.
La educación del consumidor o educación para el consumo proporciona a los individuos conocimientos y destrezas relevantes para un consumo responsable y sostenible. Asimismo, los dota de las capacidades y conocimientos para tomar elecciones de compra informadas, inteligentes y conscientes.
Al respecto, cómo se consume pertenece a los temas más estudiados y analizados por las agencias de marketing y las marcas. Cuando los consumidores tienen unos hábitos de consumo que apuntan hacia la responsabilidad, las marcas se ven obligadas a mejorar sus procesos y tener planes de responsabilidad social empresarial sólidos.
Para cubrir las necesidades que han surgido el mercado global, la educación del consumidor instruye a los individuos para que adquieran destrezas y conocimientos necesarios para hacer un consumo sostenible, responsable y solidario. Para esto, las personas necesitan conocer sus derechos y deberes; el impacto de los procesos de producción en su entorno y en la sociedad; y la necesidad de asumir compromisos.
A través de la adquisición de conocimientos sobre productos, servicios, etiquetas y prácticas comerciales, los consumidores se empoderan para evaluar críticamente las ofertas, comparar opciones y reconocer estrategias de marketing engañosas. La educación del consumidor fomenta la toma de decisiones conscientes, promoviendo la transparencia y la responsabilidad tanto por parte de las empresas como de los compradores.
Al entender cómo funcionan los mercados y cómo sus elecciones afectan no solo sus vidas, sino también el entorno económico y social, los individuos se convierten en consumidores más astutos y empoderados. Destacamos algunos factores claves de la educación para el consumo:
Son las ocupaciones de los clientes, sus preferencias y sus rechazos, las que van a influenciar las decisiones sobre qué productos se venden o no se venden, cuáles proveedores permanecen en el mercado y cuáles salen de él. Implica evaluar opciones, comprar, usar y compartir opiniones. La educación del consumidor es clave en cada etapa, permitiendo a los consumidores tomar decisiones informadas y controlar sus acciones como clientes, influyendo en estrategias de mercado y en la evolución de productos y servicios.
Se necesita saber cómo y de dónde se recibe la información para ejecutar los actos de consumo. Esta información no siempre es simple de obtener, ni su comprensión resulta sencilla. Además, se necesita diferenciar entre información y seducción en la publicidad. Esta es una parte muy importante de la educación del consumidor.
Un buen ejemplo de este tema es el etiquetado de los alimentos. En diversos países ya se ha instalado una legislación que obliga a que los productos tengan avisos sobre sus componentes negativos para la salud, como la alta presencia de azúcar o de sodio. Lo mismo sucede con los cigarrillos.
El ejercicio de los derechos del consumidor se refiere a la acción de los compradores al hacer valer sus derechos en transacciones comerciales. Esto implica demandar productos y servicios de calidad, recibir información veraz, ser protegidos contra prácticas comerciales engañosas, tener opciones justas y acceder a mecanismos de resolución de disputas.
Los consumidores pueden ejercer estos derechos al investigar, elegir productos, exigir reembolsos, presentar quejas y participar en acciones colectivas. La educación del consumidor es esencial para empoderar a los compradores en el ejercicio efectivo de sus derechos, promoviendo relaciones comerciales justas y transparentes.
La educación del consumidor está vinculada al logro de una mejor calidad de vida, basada en la independencia y en la igualdad. Es preciso posibilitar la conducta de las personas y conjuntos como clientes activos y críticos.
Habría que partir por reconocer que consumir no se limita a mercar o utilizar bienes o servicios, sino que es un acto que influye y condiciona nuestra vida social en las interrelaciones modernas. Si bien la educación para el consumo no es una materia que se imparta, por lo menos en varios centros educativos, es una necesidad actual muy evidente.
Aprender sobre educación para el consumidor es fundamental en la sociedad actual, ya que capacita a las personas para tomar decisiones informadas y responsables en sus compras. Esta educación proporciona herramientas para identificar prácticas engañosas, evaluar productos y servicios, y comprender sus derechos como compradores. Al empoderar a los individuos con conocimientos sobre etiquetas, precios, prácticas éticas y opciones de compra, se fomenta el consumo consciente y se promueve un mercado más transparente y equitativo.
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