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Se basa en el principio de interrelación de los seres humanos y su entorno social, la ecología emocional toma al individuo como el responsable del medio que lo rodea, tomando principalmente la influencia de sus emociones y sentimientos como un efecto positivo o negativo sobre el mundo en el que se vive.
Debemos tener en cuenta que el mundo interior y exterior emocionalmente más ecológico no se compra a la vuelta de la esquina, y tampoco lo encontramos hecho. Debemos tomar conciencia de que somos parte de un ecosistema humano y natural, del cual todos somos piezas claves e importantes y que influimos en el conjunto.
Es importante concientizar que nuestras acciones y pasividad poseen un impacto en el clima emocional global, y este puede tener como consecuencia el aumento del desequilibrio, el sufrimiento, la enfermedad y la destructividad o, por el contrario, nos puede ayudar con el equilibrio, la armonía, el bienestar y la creatividad.
La ecología emocional es una expresión que define aspectos fundamentales para una vida saludable, sostenible y en armonía con uno mismo, con los demás y en general con el medio en un sentido amplio. Es un modelo basado en la psicología en el que los humanos adquieren un mayor sentido de autoconciencia, el ser más empáticos con el prójimo y reducir las emociones no beneficiosas, desarrollando así lo que se conoce como inteligencia emocional.
Se trata de gestionar nuestras emociones con la finalidad de mejorarnos como persona y tener una vida emocionalmente sostenible, usando etimología ambiental para transformar positivamente nuestro ser, uno de los ejemplos sería el reducir o disminuir los contaminantes emocionales, como las ofensas o el trato despectivo hacia otras personas.
El término corresponde a Mercè Conangla y Jaume Soler, expertos en psicología humanista y gestión emocional, quienes lo afianzaron en el año 2002. Pudiéramos decir entonces, que la ecología emocional se trata del arte de canalizar nuestros afectos de tal manera y a tal punto que la energía emocional que se deriva de ellos, se enfoque al crecimiento y mejora como seres humanos, a obtener una mayor calidad en nuestras relaciones con los demás y dándole valor y un mayor cuidado al mundo que nos rodea.
Esta se basa en diferentes principios, todos tendentes a crear una conciencia responsable hacia uno mismo y hacia lo que nos rodea.
Estos principios de la ecología emocional se pueden extrapolar al microambiente familiar para mejorar la convivencia de sus miembros, favoreciendo sentimientos positivos como el amor, la comprensión y ternura; tomando en cuenta tiene un mejor efecto el corregir brindando apoyo y soluciones que esos regaños agresivos que no conlleva ningún beneficio y lo que propicia es un ambiente hostil donde no hay armonía.
Esta incluye dos valores importantes, los cuales son: la responsabilidad y la conciencia del impacto emocional global. Esto está dado, porque cada persona tiene su propio nivel de conciencia. No obstante, si estuviésemos verdaderamente conscientes de que “formamos parte de un Gran Todo” que domina, y que lo que perjudica a otro también nos está perjudicando a nosotros mismos, funcionaremos de forma emocionalmente más ecológica.
Nuestras emociones condicionan nuestras acciones y nuestras acciones favorecen en la mejora del mundo o en el aumento del caos, la destrucción y el sufrimiento. Es una especie de efecto mariposa, el como la mínima perturbación o efecto negativo de un individuo y su mala gestión, puede producir una catástrofe a nivel del entorno en el que vive, pues afectará de igual manera a los demás por el concepto de que formamos parte de un todo.
La diversidad y riqueza de afectos: Todos los afectos son necesarios, pues todos estos se relacionan a estados mentales de apego, amor, cariño y amistad que nutren ese ambiente en el que vivimos y en el que todos tomamos parte para formarlo.
La interdependencia afectiva: Somos sistemas de energía abiertos y nadie es emocionalmente autosuficiente. Todo lo bueno que hacemos tiene un impacto positivo en el Universo, lo desadaptativo perjudica a todos.
La gestión ecológica de los recursos afectivos: debemos hacer una buena gestión de los afectos y debemos ayudar a otros a tener una gestión eficiente de sus recursos afectivos, pues la mala administración de estos puede terminar ahogándonos y destruyendo ese ecosistema que compartimos.
La creatividad puede ser una forma de posicionarnos en el mundo, una forma de mirar la vida, de relacionarnos, de buscar soluciones a los conflictos, de crear ese estado general de bienestar, donde de manera positiva se puedan afrontar los obstáculos y manejarlos en pro de generar una mejoría a nuestra persona.
Por su parte la destructividad desarrolla en el ser humano la capacidad de destrucción a sí mismo y a quienes los rodean, provoca la desolación, ruina, catástrofe, exterminio, devastación. Todas esas emociones negativas tienen un impacto grande sobre nosotros mismos y sobre los demás, por eso la referencia a que la destructividad provoca ruina y catástrofe, haciendo referencia a perturbaciones del ambiente en el que vivimos.
Nuestro mundo afectivo tiene un potencial enorme. Nosotros elegimos: ¿crear o destruir? ¿Ser parte de la solución o formar parte del problema de la humanidad?. Recuerda que somos Euroinnova, Escuela de Negocios Especializada en Formación Online, ¿quieres aprender a ver nuestro mundo positivamente? tenemos lo mejor en cursos Coaching Emocional, Ven, visítanos te aseguro que encontrarás el curso perfecto para ti.
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