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El coaching nutricional está en el punto de mira de muchas personas que buscan modificar sus hábitos alimentarios. Pero ¿sabes cuáles son las estrategias más importantes que le permiten acompañar a sus pacientes en la consecución de sus metas? En este post, te contamos, precisamente, sobre 4 estrategias de coaching nutricional que no deben perderse de vista. Si eres coachee esto te interesa. ¡Sigue leyendo!
En el ámbito del coaching nutricional, la inteligencia emocional es un declarado aliado en el desarrollo de hábitos alimentarios saludables. Pero ¿cuál es su influencia en este proceso marcado, precisamente, por la perseverancia? La respuesta es sencilla: la gestión emocional impacta de manera directa en la existencia de conductas perjudiciales para la nutrición y el bienestar del cuerpo.
La ansiedad, el estrés, la baja autoestima y otras emociones condicionan la manera en la que las personas se alimentan, ya sea por exceso u omisión, incluyendo la ingesta de comidas con bajo nivel nutricional. Sumado a esto, las personas con trastornos alimentarios (e.g. atracones de comida, bulimia y anorexia nerviosas) podrían llegar a conductas lesivas sin un adecuado seguimiento por parte de profesionales de salud mental y nutrición.
En cualquier caso, la inteligencia emocional dentro del coaching emocional busca que el paciente o coachee sea consciente no solo de sus motivaciones, sino también de las emociones que forman parte del proceso. De ahí la importancia de la confianza en uno mismo, el reconocimiento de las limitaciones y la voluntad de superarlas.
El coaching nutricional requiere, por definición, un objetivo central y, por lo tanto, un plan de acción. Siguiendo esto, en tanto documento, recoge los objetivos específicos, las necesidades individuales del paciente y los pasos innegociables para alcanzar las metas nutricionales. ¿Cómo se elabora esta pauta? El primer paso es la entrevista con el paciente, quien transmite su situación individual, sus expectativas y sus hábitos alimentarios actuales.
Esta información permite desarrollar un plan estructurado que incluye mucho más que recomendaciones dietéticas: recoge propuestas de menús, revisiones periódicas, anotación de hitos, controles de peso, revisión de índice glucémico, entre otros. Lo que se busca es mapear el cumplimiento de las metas, las cuales por cierto siempre deben ser realistas. Desde luego, el plan se modifica y ajusta en función de la evolución del coachee.
El coach nutricional, con base en sus conocimientos y experiencia, realiza un seguimiento constante, cuyo objetivo es retroalimentar y motivar. La empatía y la orientación a los resultados guían el cumplimiento del plan de acción.
Dentro de las estrategias de coaching nutricional, podríamos decir que la automonitorización es una de las más importantes. La base de esta habilidad está en el empoderamiento del paciente —se siente capaz de asumir los retos nutricionales— y el conocimiento profundo de aspectos tan importantes como conceptos, preparación de alimentos y comprensión de valores nutricionales. Partiendo de esto, entonces, ¿cómo lleva a cabo el registro autónomo de su rutina alimentaria? Veamos.
El plan de acción establece, como se mencionó, las pautas mínimas y realistas que el paciente debe seguir para alcanzar resultados específicos (e.g. perder peso, controlar la glucemia, rendimiento deportivo). Mediante herramientas como diarios personales, notas, aplicaciones móviles o métodos de seguimiento, el coachee apunta sus progresos en torno a sus objetivos. Luego, tras un periodo, comparte los resultados con el coach, quien proporciona retroalimentación para reconocer fortalezas y áreas de mejora.
Un detalle importante al respecto es que el paciente observa, de manera directa, la evolución del plan de acción y su impacto en su salud general y apariencia física. Esto incide positivamente en la motivación y, por ende, la continuidad con la rutina saludable.
Ahora bien, no podía dejar de mencionarse una situación común durante el despliegue de planes nutricionales: la superación de barreras. Las hay de muchos tipos, pero la principal es la desmotivación. Pero ¿cuáles son los obstáculos que repercuten en la disminución de la voluntad? Entre ellos se encuentran el hambre emocional, las influencias sociales o, incluso, el acceso limitado a alimentos saludables.
Por lo que sea, el seguimiento del plan original puede encontrar limitaciones por la mayor ingesta de alimentos poco saludables (bollería, pastelería, frituras) —más disponibles y baratos— y los problemas para seguir los menús recomendados. En efecto, el hambre emocional lleva a consumir alimentos no recomendados a deshora, y a veces la demora de resultados puede afectar la paciencia del coachee, lo que deriva en desmotivación.
El coach nutricional debe saber guiar al paciente hacia la constancia, la paciencia, el compromiso y el enfrentamiento efectivo de los desafíos nutricionales que este último experimenta día a día. Asimismo, este profesional deberá derivar al paciente a otro especialista en nutrición si es que las necesidades de este son incluso mucho más específicas, como el deporte de alto rendimiento.
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