Curso de Oncología: Anemia y Cáncer (Titulación Universitaria + 8 Créditos ECTS)
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La anemia representa un problema de salud global que suele ser subestimado e infradiagnosticado, a pesar de contar con tratamientos accesibles, especialmente en poblaciones de riesgo como mujeres, niños y pacientes ancianos. Esta condición se caracteriza por la disminución de hemoglobina en los glóbulos rojos o eritrocitos, encargados de transportar oxígeno desde los pulmones a los tejidos del organismo. Existen varios tipos de anemia, siendo la más prevalente a nivel mundial, la anemia por falta de hierro, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En este artículo, te explicamos qué es la anemia ferropénica, sus principales causas y sus problemáticas. ¡Empezamos!
La anemia ferropénica afecta a más de 200 millones de personas en todo el mundo, siendo más frecuente en el 40% de los niños, el 30% de las mujeres en edad fértil y el 41% de las mujeres embarazadas. Esta situación se debe, en gran medida, a la falta de un adecuado soporte dietético. En los países desarrollados, la anemia ferropénica se convierte en una pandemia común, sobre todo en mujeres y ancianos, debido a determinados hábitos alimenticios y a factores asociados, como la menstruación y algunas enfermedades.
A nivel laboral, la anemia ferropénica se erige como la cuarta causa global de años vividos con discapacidad y la primera entre las mujeres, según el estudio Global Burden of Disease de 2016. En España, la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) señala que la prevalencia de la anemia ferropénica es significativamente mayor en mujeres, afectando al 20% de las féminas en edad fértil, al 40% de las gestantes y al 15% de las adolescentes. En el caso de las mujeres embarazadas, representa un riesgo tanto para la madre como para el feto.
Los síntomas de la anemia ferropénica pueden ser hematológicos, como la fatiga, debilidad y dificultad de concentración; o no hematológicos, manifestándose con piernas inquietas, prurito, caída del cabello, uñas frágiles, aftas en la boca y mayor susceptibilidad a infecciones.
El diagnóstico se realiza considerando la morfología eritrocitaria, siendo la anemia ferropénica generalmente microcítica.
Las causas de la deficiencia de hierro son diversas, incluyendo aspectos fisiológicos como el crecimiento rápido en la infancia y adolescencia, pérdidas menstruales, embarazo y donación de sangre. También se pueden atribuir a factores ambientales como la ingesta insuficiente de hierro en la dieta, patologías que disminuyen la absorción como la celiaquía, y condiciones médicas que provocan pérdidas sanguíneas crónicas, entre otras. El diagnóstico de la anemia ferropénica implica un análisis exhaustivo de biomarcadores férricos y un cuidadoso diagnóstico diferencial.
Es fundamental destacar la existencia de anemias macrocíticas o normocíticas que pueden incluir un componente de anemia ferropénica. En estos casos, es muy importante tener en cuenta que la anemia puede estar enmascarada por otras causas, como deficiencia de vitamina B12 o patologías inflamatorias.
El diagnóstico de la anemia ferropénica implica una evaluación completa del paciente. La anamnesis debe explorar síntomas como fatiga y palidez, mientras que el examen físico se centra en signos anémicos. Las pruebas de laboratorio, como el hemograma completo, la transferrina y los niveles de ferritina sérica, son fundamentales para confirmar la deficiencia de hierro. Complementariamente, se pueden realizar estudios endoscópicos o de imagen para identificar posibles fuentes de sangrado, como la prueba de sangre oculta en heces.
En cuanto a los tratamientos convencionales, es primordial enfatizar una dieta rica en hierro y, en situaciones específicas, considerar la administración oral o endovenosa. La administración oral de hierro implica mecanismos de absorción complejos en el intestino, controlados por la hepcidina. La efectividad del tratamiento oral puede evaluarse midiendo los niveles de hepcidina, que indican una buena absorción y recuperación de los niveles de hemoglobina. Se recomienda mantener el tratamiento entre 3 y 6 meses para rellenar los depósitos de ferritina.
Los avances en formulación farmacéutica han llevado al desarrollo de nuevas tecnologías, como la tecnología liposomal, que optimiza la absorción y mejora la tolerabilidad del tratamiento. El hierro liposomado, transportado en liposomas, ofrece una absorción mejorada y reduce el estrés oxidativo, disminuyendo así los efectos adversos. En situaciones particulares, como la anemia ferropénica refractaria o intolerante, el tratamiento con hierro liposomado se presenta como una opción viable, siendo empleado en más del 68% de los casos.
Durante el embarazo, el diagnóstico y tratamiento adecuados de la anemia son especialmente importantes, tanto para la madre como para el neonato. La Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) ha recomendado el uso de hierro liposomado en esta población de riesgo, así como en mujeres en edad fértil con menstruaciones abundantes, debido a la baja tolerabilidad al sulfato ferroso. Además, se sugiere que este tratamiento incluya otros nutrientes esenciales, como la vitamina C.
Es imperativo resaltar las consecuencias de la ferropenia en el desarrollo fetal y mental de los recién nacidos, subrayando la importancia de una adecuada absorción de hierro en estos grupos de riesgo. Durante el embarazo, no solo se requiere hierro para el tratamiento, sino que la efectividad se potencia al incorporar otras vitaminas y nutrientes en situaciones de déficit nutricional.
En pacientes con cáncer, la anemia ferropénica a menudo se origina por sangrados crónicos, malabsorción de hierro debido a tratamientos como la quimioterapia, o por la inflamación crónica asociada al cáncer. Además, algunos tipos de cáncer, especialmente aquellos que afectan al tracto gastrointestinal, pueden causar pérdidas de sangre ocultas, contribuyendo a la deficiencia de hierro.
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