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La bursa es una bolsa pequeña o saco membranoso lleno de líquido sinovial que actúa como almohadilla entre las partes blandas de las articulaciones (músculos, tendones, piel) y las partes duras óseas. Su función principal es reducir la fricción entre las partes móviles de la articulación donde se encuentra previniendo el posible desgaste producido y absorber la presión presente en algunas articulaciones. Cuando estas bursas se irritan o se inflaman producen la bursitis.
Hay varias causas que pueden provocar bursitis. En general, se pueden dividir en dos categorías: causas sépticas y causas no sépticas.
La bursitis séptica ocurre cuando la bursa se infecta por inoculación directa de los microorganismos habituales de la piel o por diseminación hematógena.
Las bursitis no sépticas ocurren por mecanismos de acción causantes como traumatismos directos, microtraumatismos repetitivos y enfermedades inflamatorias como gota o artritis reumatoide.
Los síntomas de las bursitis más comunes son los propios de la inflamación, hinchazón, dolor, enrojecimiento, calor y limitación funcional. Además, hay que añadir que en los casos de bursitis séptica se puede presentar fiebre.
La hinchazón puede ser visible y en algunos casos bastante pronunciada. El dolor es el síntoma principal, se manifiesta a la palpación y a la presión y puede aumentar en los casos de infección o si la propia inflamación presiona otras estructuras cercanas. En casos de bursitis séptica, el área afectada puede volverse roja y caliente al tacto, siendo síntomas más claros y evidentes para diferenciar la bursitis séptica de la de origen no séptico. Como consecuencia de la inflamación y el dolor, se puede producir cierta limitación funcional de la articulación afectada.
Una bursitis leve suele mejorar en unos días o en unas pocas semanas con tratamiento conservador. En los casos de bursitis no séptica, el tratamiento inicial consiste en reposo relativo en función del dolor y puede ser útil como analgesia la aplicación de hielo sobre la zona inflamada y el uso de AINEs para reducir el dolor y la inflamación. Es importante evitar actividades que ejerzan presión directa sobre la bursa Si la bursitis es causada por microtraumatismos repetitivos, es importante modificar los hábitos y las actividades para prevenir nuevas recaídas.
La fisioterapia es una opción válida para la recuperación, la inflamación y el alivio del dolor. Las diferentes técnicas manuales y otras como la electrólisis percutánea ayudan a mejorar la sintomatología de la bursitis permitiendo restablecer la funcionalidad y la movilidad. Realizar ejercicios recomendados mejoran el rango de movimiento del codo y la acción muscular de los músculos implicados, lo que ayuda a aliviar la presión.
En casos con inflamación muy pronunciada o no mejoría con tratamiento conservador, se puede optar por drenar el líquido acumulado en la bursa mediante una punción con aguja. Este procedimiento suele proporcionar alivio inmediato de los síntomas. También se puede valorar la inyección de corticoides directamente en la bursa para reducir la inflamación. En los casos de bursitis séptica, es fundamental tratar la infección con antibióticos.
Un aspecto importante para la curación de la bursitis es evaluar, identificar y corregir las actividades o posturas causantes o que contribuyen a la aparición de la bursitis.
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