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Las constantes vitales son un conjunto de medidas de signos vitales que reflejan el estado funcional del organismo y permiten detectar alteraciones en la salud. Debemos tomarlas en todas las situaciones relacionadas con la salud para valorar la situación en la que se encuentra la víctima, desde una consulta médica hasta una emergencia médica.
Las constantes vitales son parámetros fisiológicos que permiten evaluar el estado de salud de una persona. Entre ellas, se incluyen la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la temperatura corporal, la frecuencia respiratoria, la saturación de oxígeno y el nivel de conciencia.
Estos signos nos proporcionarán suficiente información como para sospechar de posibles afecciones médicas.
Los valores normales de los signos vitales pueden variar según la edad, el estado de salud y otros factores individuales.
La frecuencia cardíaca se mide en latidos o pulsaciones por minuto (lpm/ppm). En adultos, la frecuencia cardíaca normal oscila entre 60 y 100 ppm en reposo, mientras que en bebés y niños es más elevada. Debemos tener en cuenta que en deportistas que realizan un ejercicio constante podemos encontrarnos valores inferiores en su rango normal.
La presión arterial, conocida por su nombre común “tensión arterial”, expresa la presión que ejerce la sangre en los vasos sanguíneos cuando circula por ellos. En adultos, se considera normal un valor cercano a 120/80 mmHg. Debemos tener en cuenta también la edad y la media entre la presión arterial sistólica (conocida como la alta, ya que es la máxima presión que se ejerce durante el momento del latido) y la presión arterial diastólica (conocida como la baja, medición que se realiza entre dos latidos).
La temperatura corporal normal suele estar entre 35,5 y 37,5 °C. Dependerá del tipo de termómetro con el que realicemos la medición o si esta medición se realiza directamente de manera intravenosa o externa. Los valores superiores pueden indicar fiebre, mientras que temperaturas bajas pueden sugerir hipotermia. Existe un rango entre 37 °C y 37,5 °C en el que consideramos la existencia de febrícula.
La frecuencia respiratoria en adultos sanos es de 12 a 20 respiraciones por minuto, mientras que, en signos vitales pediátricos, este valor suele ser más alto.
La saturación de oxígeno mide la cantidad de oxígeno transportado en la sangre y se considera normal entre 95% y 100%. Podemos encontrar situaciones concretas en las cuales la saturación de oxígeno normal se encuentre entre un 88-92%, como en pacientes con EPOC.
Para medir la frecuencia cardíaca, se puede utilizar un fonendoscopio, un pulsioxímetro o simplemente palpar el pulso en la muñeca o el cuello. Se cuenta el número de latidos durante 60 segundos, o bien durante 15 segundos y se multiplica por cuatro.
La presión arterial se mide con un esfigmomanómetro y un fonendoscopio, o con un monitor digital. Se colocan los manguitos alrededor del brazo y se insufla aire hasta bloquear temporalmente el flujo sanguíneo. Luego, se libera la presión gradualmente y se registran los valores de la presión sistólica y diastólica.
La temperatura se puede medir con termómetros digitales, infrarrojos o timpánicos. Las zonas más utilizadas para la medición incluyen la axila, la boca y el oído. En recién nacidos y lactantes, suele medirse en el recto para obtener una lectura más precisa.
Para determinar la frecuencia respiratoria, se cuenta el número de respiraciones que realiza una persona en un minuto. Se observa el movimiento del tórax o se coloca una mano sobre el abdomen para percibir los ciclos respiratorios. En este caso, hay que ser muy sutil con la medición, ya que pueden sugestionarse y cambiar las respiraciones si se dan cuenta de que las estamos midiendo.
La saturación de oxígeno se mide con un pulsioxímetro, un dispositivo que se coloca en el dedo y que indica el porcentaje de oxígeno en la sangre. Es especialmente útil en pacientes con enfermedades respiratorias o en situaciones de emergencia médica.
El seguimiento de las constantes vitales se registra en la gráfica de constantes vitales, donde se anotan los valores en intervalos regulares para detectar tendencias o anomalías. En áreas específicas de los hospitales, se emplean dispositivos avanzados como el monitor de constantes vitales, que permite observar en tiempo real la evolución del paciente.
El control de estos parámetros es importante continuarlos en el hogar a personas con enfermedades crónicas o en la tercera edad.
Los signos vitales normales permiten evaluar el estado de una persona, pero cualquier desviación puede ser indicativa de una condición subyacente. En un servicio de urgencias, por ejemplo, la toma de signos vitales es el primer paso para priorizar la atención de los pacientes. Una presión arterial elevada puede sugerir un problema cardíaco, mientras que una respiración acelerada puede ser signo de insuficiencia respiratoria.
En pediatría, los signos vitales pediátricos son fundamentales para detectar problemas de salud en lactantes y niños, quienes no siempre pueden expresar sus síntomas de manera clara. Por ello, el personal de salud debe saber interpretar sus signos vitales, ya que pueden indicar síntomas de dolor que no pueden expresar verbalmente.
Las constantes vitales son herramientas que evalúan el estado de salud de una persona. Desde la atención hospitalaria hasta el seguimiento en casa, estos parámetros ayudan a garantizar el bienestar de los pacientes y a responder de manera rápida ante cualquier emergencia médica.
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