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Una de las principales metas de los diferentes niveles de enseñanza es lograr el aprendizaje regulado en los estudiantes. Este es un aspecto importantísimo para la autonomía y la autogestión no solo de las tareas, sino también del cumplimiento de objetivos trazados en las asignaturas. Los docentes ejercen un rol innegable en este proceso a través del despliegue de estrategias para promover la planificación, la ejecución y la autorreflexión en torno a la adquisición de conocimientos y habilidades.
En este texto, te contamos más sobre el aprendizaje regulado, sus características y las estrategias más relevantes para fomentarlo. ¿Quieres saber más? ¡Sigue leyendo!
El aprendizaje autorregulado demuestra el desarrollo de habilidades y la adquisición de técnicas para autodirigir el proceso de asimilación de conocimientos y cumplimiento de metas académicas. Contrario a lo que se cree, no se trata de una habilidad asociada a la inteligencia; se refiere a la capacidad del estudiante para ser consciente de sus herramientas para aprender. En pocas palabras, este conoce cómo automotivarse y autoevaluarse. En este sentido, la autorregulación opera en los niveles de la planificación, el monitoreo y la gestión eficiente del tiempo sin la participación directa de un tercero (e.g. docente).
Estos son los conceptos básicos que ayudan a comprender la autorregulación en los procesos de aprendizaje:
Cognición. Se trata del proceso mental que permite comprender y aprender.
Metacognición. Hace referencia a la consciencia sobre el propio aprendizaje.
Motivación. Voluntad de utilizar las herramientas y técnicas metacognitivas.
Los aspectos más importantes que caracterizan al aprendizaje autorregulado son los siguientes:
Utilización de estrategias cognitivas. Los estudiantes capaces de regular su aprendizaje conocen, dominan y aplican estrategias para acercarse de manera efectiva a los contenidos. No solo comprenden, sino que también elaboran y aplican sus conocimientos a situaciones reales.
Desarrollo de la metacognición. La autorregulación en el aprendizaje se manifiesta planeando una tarea, que implica conocer sus objetivos. Asimismo, monitorean las acciones desplegadas para aprender.
Control emocional. El control emocional está relacionado con la gestión eficiente de los sentimientos y percepciones en torno al juicio sobre el proceso de aprendizaje y sus resultados. Es la base de la motivación.
Planificación. Los estudiantes autorregulados trazan un camino para la consecución de la tarea. Esto supone planificar el tiempo y, desde luego, pedir ayuda cuando sea necesaria.
Motivación. Es el componente esencial del aprendizaje autorregulado. Los estudiantes recurren a la motivación intrínseca, lo que supone tener interés personal y un propósito en torno a las actividades de estudio.
Atención. Una de las principales características de la autorregulación en el aprendizaje es tomar consciencia de que se deben evitar los distractores. La gestión del tiempo, la concentración y la dedicación son parte de esto.
El aprendizaje cuenta con tres fases, que se detallan a continuación:.
La fase de previsión está compuesta por dos momentos claramente diferenciados: análisis de la tarea y la automotivación.
Por un lado, el acercamiento crítico a la tarea permite reconocer cuáles son los pasos que deberán seguirse para completarla de manera satisfactoria. Durante este proceso, los estudiantes toman en cuenta experiencias previas, de modo que se hacen conscientes de la dificultad o exigencias de la tarea.
Por otro lado, la automotivación recurre a creencias en torno a la autoeficacia, la orientación hacia los resultados y el interés. Partiendo de estos dos momentos, el alumnado establece objetivos y realiza una planificación estratégica.
La fase de ejecución está relacionada con la acción y, por lo tanto, involucra procesos de autocontrol y autoobservación.
En cuanto al primero, el aprendizaje se asocia con la concentración y el interés, donde los estudiantes aplican una amplia gama de estrategias para planificar, monitorear y evaluar su aprendizaje. En ese sentido, se toman en cuenta herramientas para lograr la tarea (e.g. mapa mental) y mantener el interés (i.e. recordar el objetivo).
La autoobservación, por su parte, se vincula con cómo se perciben los estudiantes en lo que concierne a la ejecución ideal de la tarea; en otras palabras, si siguen, con independencia de las estrategias, los pasos necesarios para alcanzarla.
La tercera fase también se comprende a través de dos momentos.
El primero de ellos es el autojuicio, que tiene que ver con la manera en la que los estudiantes se observan la ejecución de la tarea; es decir, con base en ciertos criterios de calidad, evalúan tanto el proceso como los resultados.
La autoreacción, que es el segundo momento, se relaciona propiamente con las actitudes que asume el alumnado tras la realización de la evaluación. ¿En qué consiste esto? Los estudiantes experimentan reacciones que van desde la aprobación total hasta el descontento.
Un aspecto importante es que tanto los juicios como las reacciones de esta fase influirán en los procesos futuros de planificación y ejecución.
Los docentes pueden recurrir a las siguientes estrategias para promover el aprendizaje regulado:
Las estrategias cognitivas se comprenden como técnicas que ayudan a los estudiantes a realizar determinadas tareas y, así, cumplir con objetivos previamente trazados. Las áreas de trabajo incluyen a la lectura, la escritura, las matemáticas, la informática y otros campos imprescindibles para el aprendizaje integral y significativo de los alumnos.
Entonces, ¿qué pueden hacer los docentes para promover procesos cognitivos de calidad? Veamos: actividades de repaso, selección de información relevante, reflexión y pensamiento crítico, y contraste entre contenidos. Estas estrategias impactan no solo en la retención de los contenidos, sino también en el desarrollo del pensamiento complejo.
Las estrategias metacognitivas son imprescindibles para el aprendizaje autorregulado, ya que conducen a los estudiantes no solo al proceso de aprendizaje propiamente dicho, sino también al cumplimiento de objetivos según el nivel educativo. Hay que recordar que estas estrategias enfocan el aprendizaje desde tres momentos: antes, durante y después. En este sentido, se toman en cuenta aspectos ya mencionados como la planificación, el monitoreo y la evaluación.
Sin embargo, más allá de estos procesos autónomos del aprendizaje autorregulado, los docentes deben garantizar que los estudiantes puedan afrontar las tareas; debe haber procesos de orientación, guía, acompañamiento y asesoría. ¿Cuáles son las dinámicas o estrategias necesarias para este caso? Veamos: establecer la meta y la vía, controlar el progreso, solventar dificultades y valorar el proceso.
Ahora bien, ¿qué hay de los recursos de los que disponen los estudiantes? Considerando la variedad de asignaturas y contenidos, estos pueden ser copiosos, por lo que requieren de una gestión efectiva. El alumnado debe conocer y manejar técnicas de organización y gestión del tiempo para alcanzar los aprendizajes deseados. Es más, se les conoce como estrategias de pensamiento porque les permiten identificar información relevante, saber cómo acceder a ella y, desde luego, pautar el tiempo necesario para cada actividad.
Los docentes, en este sentido, ofrecen a los estudiantes los siguientes instrumentos de pensamiento y organización de tiempo: uso de agendas/calendarios, técnicas de estudio, gráficos para la gestión de información (mapas mentales, infografías, etc.) y medios para pedir ayuda cuando se reconoce una dificultad. Los estudiantes autorregulados que dominan estas estrategias son capaces de abordar los desafíos académicos con mayor eficacia y confianza.
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