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El tipo de gravamen se define como el porcentaje que se aplica sobre una determinada base imponible. El tipo de gravamen determinará la cuota íntegra, que será el importe a pagar de un impuesto concreto. La palabra gravamen significa “carga”. A continuación veremos los distintos tipos de gravamen que puede haber.
¿Quieres conocer todos los detalles sobre los tipos de gravamen que existen, sus diferencias y particularidades? ¡Vamos!
Se trata de un tipo de gravamen fijo. Será una cantidad fija, que se aplica sobre un número de unidades concreto. Por ejemplo, el impuesto sobre hidrocarburos se grava con una cantidad fija por litro.
Es un porcentaje que se aplicará sobre la base imponible. Podemos encontrar varias clases de gravámenes porcentuales como puedan ser el proporcional, el progresivo o el regresivo.
El gravamen proporcional consiste en un porcentaje fijo que se aplicará sobre la base imponible.
Un impuesto es progresivo si cuanto más se declara, mayor es la cuota impositiva. Consiste en establecer a mayor nivel de renta un mayor porcentaje de impuestos a pagar sobre la base imponible. El tipo de gravamen aumentará cuanto mayor sea la capacidad económica del obligado tributario.
El ejemplo de impuesto progresivo por excelencia es el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas. También hay otros impuestos progresivos como el Impuesto de Sucesiones y Donaciones y el Impuesto sobre el Patrimonio.
Si el que declara 1 € tiene una cuota impositiva es de un 1 % y el que declara 10 millones de euros tiene una cuota impositiva de un 20 %, estaremos ante un impuesto progresivo. Es el ejemplo del IRPF.
La declaración de la renta está estructurada de forma que las rentas más altas, pagan un porcentaje mayor de impuestos. El tipo aplicable sí tendrá en cuenta los ingresos del contribuyente. Esto se hace a través de los tramos de IRPF, que son menores para quienes menos ganan.
Otro ejemplo puede ser el impuesto de sociedades en España.
Un impuesto es regresivo cuando el tipo impositivo no varía según quien compra o adquiere un producto o servicio. Es el que recauda un menor porcentaje de los ingresos en la medida que la persona gana más dinero. También representa una mayor carga para los individuos que están en un estatus socioeconómico más bajo.
El ejemplo de impuesto regresivo por excelencia es el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) que es un porcentaje que grava el consumo.
Pongamos un ejemplo claro: Supongamos que un mileurista va a un restaurante y tiene que pagar el IVA de esa comida. Y un futbolista de élite va al mismo restaurante y también tiene que pagar el IVA de esa comida. Ambas personas pagarán el mismo tipo impositivo de IVA en el restaurante, sin embargo, un futbolista gana muchísimo más dinero que un mileurista. Esto es un impuesto regresivo.
Por ejemplo, una persona que gana al año 100.000 € y compra un coche por 20.000 € pagará un 21 % de IVA, que son 4.200 €. Esto es un 4.2 % de su salario.
En cambio, una persona que gana al año 30.000 € y compra el mismo coche por 20.000 € al 21 % de IVA, también pagará 4.200 €, pero esto le supondrá un 14 % de su renta anual.
En otras palabras, los impuestos regresivos son aquellos que afectan relativamente más a los pobres que a los ricos. Por lo tanto, no tienen un efecto de redistribución de la riqueza. Por el contrario, si son muy altos, pueden acentuar una desigualdad en la sociedad.
Este tipo de gravámenes se aplica generalmente a los Impuestos Especiales. Por ejemplo, en el Impuesto sobre Hidrocarburos el tipo de gravamen total viene dado por el valor de la suma del tipo estatal más el tipo autonómico.
Los tipos de gravámenes específicos, además de estar expresados en forma de cuantía fija, también pueden establecerse en forma gradual. Esta forma gradual se determinará en una cantidad cuyo valor variará en función de una escala.
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