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En la actualidad, y salvando la diferencia con muchas regiones del mundo donde aún hay hambrunas, el sobrepeso es el problema de salud más frecuente. La excesiva oferta de productos procesados, sus bajos precios, sumado al poco tiempo que la rutina diaria nos deja para cocinar y hacer deporte, forman el combo perfecto para que más de la mitad de la población padezca obesidad. Esto acarrea severos problemas de salud a la larga, como, por ejemplo, un exceso de grasa visceral, de lo cual, hablaremos detenidamente en este post.
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El exceso de grasa puede ser un grave problema para la salud, puede derivar en acumulación del colesterol malo en las arterias (LDL), lo que incrementa el riesgo de trombos e infartos u otras patologías coronarias.
En el cuerpo tenemos tres tipos de grasa: las grasa visceral o dura, la grasa blanda o la grasa intermuscular. Todas cumplen una función, pero su exceso puede ser perjudicial. A continuación, veremos en qué consiste cada una, cómo se generan, cómo prevenir su acumulación y cómo eliminarla.
Grasa visceral: es la grasa que se acumula en el abdomen, no solo en la parte más superficial, también en los órganos, lo que hace que sea el tipo de grasa más peligrosa. Puede afectar al metabolismo, ocasionando diabetes, y está asociada con patologías como el colesterol malo, el aumento de la presión arterial y la hipertensión. Este tipo de grasa corporal afecta de forma más visible a los hombres, pero ambos sexos deben controlarla.
Grasa blanda: se encuentra bajo la piel y crea depósitos de grasa que bordean la periferia del cuerpo, dando un aspecto de flacidez y sobrepeso. Realmente, un exceso de grasa de este tipo de grasa no es tan peligroso como el anterior, pero, por motivos estéticos, muchos acabamos acudiendo a nutricionistas y expertos del entrenamiento personal. La grasa blanda sí es más común entre las mujeres, notándose más en caderas, piernas y glúteos; y formando la famosa celulitis.
Grasa intermuscular: esta variante de grasa se encuentra entre las fibras musculares y tenemos una cantidad mucho inferior en comparación con los otros tipos de grasas corporales. Conforme somos más mayores, este tipo de grasa tienda a aumentar.
La grasa visceral es el tipo de grasa corporal que más debemos controlar y, en caso de tener un porcentaje elevado, habrá que tomar medidas. Ahora bien, ¿Cómo podemos saber si nuestra cantidad de grasa dura es adecuada? Muy sencillo, sigue estos pasos:
Mide tu cintura: la cinta métrica nos puede dar una idea de si tenemos exceso de grasa abdominal. En mujeres, se estima excesivo una cintura de más de 89 cm, y en hombres, 101 cm. No obstante, estas medidas se basan en la media de la población.
Realiza una absorciometría de rayos X de energía dual (DEXA): este método es mucho más preciso para determinar qué cantidad de grasa visceral nos sobra. A través de una pequeña dosis de radiación ionizante, se consiguen imágenes del interior del cuerpo que dan información exacta de las proporciones de grasa, músculo y masa ósea. Los porcentajes saludables de grasa oscilan entre el 12 y 20% para los hombres y entre el 20% y 30% para mujeres.
Análisis profesional de impedancia bioeléctrica: esta es una alternativa muy fiable a la prueba DEXA y es menos costosa y más sencilla de realizar. Para ello, se usa una báscula avanzada que, a través del contacto la persona, mide la resistencia de una corriente eléctrica que viaja a través del cuerpo para determinar el porcentaje total de grasa corporal. De este total, un 10% sería la grasa visceral.
¡No! La grasa dura o visceral también es necesaria y es muy importante aclarar que, un porcentaje saludable de este tipo de grasa, es necesario para que el organismo pueda realizar ciertas funciones vitales, como las siguientes:
Protege y amortigua los órganos: la grasa visceral actúa como un cojín protector alrededor de los órganos internos, como el hígado, los riñones y el páncreas. Ayuda a absorber los impactos y a prevenir posibles lesiones.
Actúa de aislante térmico: lo que significa que ayuda a mantener una temperatura corporal estable. Esto es especialmente importante para proteger órganos vitales de cambios bruscos de temperatura.
Reserva energía: la grasa visceral almacena energía en forma de triglicéridos. Cuando el cuerpo necesita energía adicional, puede utilizar estos triglicéridos como fuente de combustible.
Produce hormonas: La grasa visceral segrega una variedad de hormonas y sustancias químicas que desempeñan un papel importante en el metabolismo, la regulación del apetito, el control del azúcar en la sangre y otros procesos metabólicos.
Como hemos alertado a lo largo de todo este post, tener un exceso de grasa abdominal o visceral, sí, es muy nocivo para la salud por los siguientes motivos:
Puede provocar enfermedades cardiovasculares: la acumulación de grasa visceral está estrechamente relacionada con un mayor riesgo de enfermedades del corazón, como la enfermedad arterial coronaria, el infarto de miocardio y los accidentes cerebrovasculares. La grasa visceral produce sustancias inflamatorias que pueden dañar los vasos sanguíneos y promover la formación de placas de ateroma.
Genera resistencia a la insulina y diabetes tipo 2: un alto porcentaje de grasa visceral produce hormonas y sustancias químicas que interfieren en el metabolismo de la glucosa y la regulación de la insulina. Se asocia con resistencia a la insulina y un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Se producen alteraciones metabólicas: también se asocia con cambios en la presión arterial y el metabolismo de los carbohidratos. Estas alteraciones aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas, como la dislipidemia y la hipertensión arterial.
Existe el riesgo de sufrir enfermedades hepáticas: la acumulación de grasa visceral puede afectar la función hepática y promover el desarrollo de enfermedades del hígado graso, como la esteatosis hepática no alcohólica y la esteatohepatitis no alcohólica.
Se dan problemas respiratorios: el exceso de grasa dura puede ejercer presión sobre los pulmones y dificultar la respiración normal. Esto puede aumentar el riesgo de desarrollar trastornos respiratorios, como la apnea del sueño.
Para mantener un correcto porcentaje de grasa corporal y, en particular, mantener a raya la grasa visceral, es importante que tomemos medidas como estas que te proponemos a continuación.
Lleva una alimentación saludable: opta por una dieta equilibrada que incluya alimentos ricos en nutrientes y bajos en grasas saturadas y azúcares refinados. Aumenta el consumo de frutas, verduras, granos enteros, proteínas magras y grasas saludables, como las que se encuentran en el pescado, los frutos secos y las semillas. Evita los alimentos procesados y las comidas rápidas, que suelen ser altos en grasas poco saludables.
Controla las porciones: presta atención al tamaño de las porciones que consumes. Evita comer en exceso y procura mantener un equilibrio adecuado de calorías según tus necesidades individuales.
Haz ejercicio regularmente: realiza actividad física de forma regular. Combina ejercicios aeróbicos, como caminar, correr, nadar o montar en bicicleta, con ejercicios de fuerza para fortalecer los músculos. El ejercicio ayuda a quemar calorías, reducir la grasa corporal y mejorar el metabolismo en general.
Controla el estrés: el estrés crónico puede contribuir a la acumulación de grasa visceral. Busca técnicas de manejo del estrés que funcionen para ti, como la meditación, la respiración profunda, el yoga o el tiempo de relajación. También es importante asegurar una adecuada cantidad de descanso y sueño reparador.
Evita el consumo de alcohol: beber demasiado alcohol o con demasiada frecuencia puede favorecer el almacenamiento de grasa visceral.
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