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La eficiencia energética en el hogar está orientada, desde luego, al ahorro en las facturas de luz, pero también contribuye con el uso consciente de la energía eléctrica, lo que tiene claramente un impacto positivo en el cuidado del medioambiente. Se aconsejan medidas como desconectar electrométricos en reposo o adquirir equipos diseñados para un consumo eficiente de energía. Pero aún hay más consejos, que se presentan a continuación.
El ahorro energético puede empezar con pequeñas acciones que, en apariencia, no tienen ningún efecto. Una de ellas es desconectar aquellos electrodomésticos que no se están utilizando. Desde luego, se excluyen las refrigeradoras o los rúters de internet, pero esta acción se extiende a todos los demás aparatos que pueden estar consumiendo energía sin estar encendidos. A esto se le conoce como “consumo fantasma” o “vampiro energético”. Aunque consumen una cantidad menor de energía, lo hacen de manera sostenida, lo que significa que puede incrementarse el gasto en las facturas de luz. Como se puede ver, se trata de una medida simple, pero a la vez efectiva.
Tanto en zonas rurales como urbanas, el aislamiento térmico es un factor clave para lograr la eficiencia energética en el hogar. Esto consiste en, grosso modo, mantener los espacios interiores en una temperatura estable a través de diferentes técnicas, como la utilización de láminas adhesivas para cerrar las junturas de las ventas y puertas, y el uso de materiales aislantes en paredes y techos. Esto, desde luego, reduce la necesidad y dependencia de los sistemas de calefacción y aire acondicionado, ya sea en invierno o verano. Lo que se busca, con todo, es lograr confort térmico a partir de un reducido consumo de energía.
Desde hace algunas décadas, las diferentes marcas de electrodomésticos han seguido disposiciones internacionales en lo que concierne a la manufactura de equipos de alta eficiencia energética, como ocurre en la Unión Europea. La premisa es simple: los sistemas y diseños deben permitir que el consumo de energía sea bajo o, en todo caso, esté directamente relacionado con sus funcionalidades y tamaño. Por ejemplo, hoy en día, es común ver electrodomésticos con la escala que inicia con la letra A y culmina con la G, donde A significa ata eficiencia, mientras que G, muy baja eficiencia. Esta clasificación se encuentra en una etiqueta pegada en el electrodoméstico. Consultar esto antes o durante la compra es un paso necesario para ahorrar energía.
Ahora bien, otra medida para lograr la eficiencia energética en el hogar es aprovechar la luz natural en la iluminación. Esto –como ocurre con la desconexión de electrodomésticos que no se están utilizando– puede incrementar el ahorro energético en un alto porcentaje, sobre todo cuando no se utilizan focos led o bombillas de bajo consumo. Por su parte, también es necesario recalcar que la luz natural debe aprovecharse todas las horas en las que está presente, de tal manera que la iluminación artificial solo sea utilizada cuando la visibilidad esté comprometida. Además, y cómo no mencionarlo, este tipo de luz puede ser beneficioso no solo para la salud (visual, principalmente), sino también para el estado de ánimo. Si el diseño de la casa, estancia o departamento no lo permite, se aconseja usar focos led.
En el consejo anterior se mencionaron los focos led y las bombillas de bajo consumo. Por sus características y tecnología, permiten un ahorro energético considerable, ya que pueden recudir en hasta más de 80 % el consumo de electricidad en comparación con los focos o bombillas tradicionales (incandescentes). Sumado a esto, cuentan con una vida útil más extendida, lo que también permite el ahorro económico en la adquisición de estos aparatos. Además, durante los últimos años, se han hecho comunes los sistemas automáticos de iluminación a partir de sensores de movimiento, los cuales usan luces led. Con diversidad características, como diversos colores e intensidades, esto ayuda a consumir energía solo cuando es necesario hacerlo.
El aire acondicionado o los sistemas de calefacción, aunque se encuentren en los primeros niveles de eficiencia energética (véase la clasificación A, B, C, D, E, F y G), pueden consumir mucha energía debido a su uso constante y sostenido durante periodos muy fríos o muy calurosos. Para evitar esto, como se dijo, se recomienda un buen aislamiento térmico; en su defecto, tales sistemas deben encontrarse en los grados centígrados que permitan tanto ahorro como confort, como los 24-26 grados centígrados en invierno y 20-22 en verano. Esto supone un ahorro considerable por cada grado menos.
Aunque sea una medida obvia, suele pasarse por alto. Se trata de reducir, en la medida de lo posible, el gasto de energía eléctrica. ¿Cómo lograrlo? Lo primero es apagar las luces cuando no se necesitan, desconectar electrodomésticos, aprovechar la luz natural y hacer un uso consciente de los demás equipos, como regular el uso de la televisión, consolas, carga de teléfonos móviles, entre otros.
Como último consejo, se recomienda, en la medida de lo posible, la instalación de sistemas de energías renovables para alcanzar la eficiencia energética en el hogar. Por ejemplo, las placas o paneles solares, además de producir energía limpia, permiten producir electricidad generada por sus células fotovoltaicas. Estos sistemas pueden instalarse en los techos de las casas o en zonas que permitan captar la energía del sol. Aunque las placas pueden tener un costo elevado, su instalación es rentable a largo plazo, por lo que es una opción cada vez más valorada.
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