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El desarrollo de la psicomotricidad en la educación preescolar es fundamental para establecer las bases del desarrollo integral de los niños. Con el seguimiento de los profesores y padres, los niños realizan actividades y dinámicas que les permiten alcanzar tanto la psicomotricidad fina como la psicomotricidad gruesa. En este texto, se desarrollan los aspectos clave de la psicomotricidad en la educación preescolar.
La psicomotricidad es un enfoque dentro de la intervención educativa que busca estimular el desarrollo conjunto de habilidades motoras y cognitivas, es decir, del cuerpo y mente. A través de determinadas estrategias y dinámicas, se busca establecer actividades físicas desde muy temprana edad para que los niños y niñas integren el movimiento en su proceso de aprendizaje y socialización. Entonces, se sostiene que para que haya un adecuado desarrollo de la inteligencia, esta debe ser acompañada del desarrollo físico.
De hecho, en la educación preescolar, el desarrollo de la psicomotricidad es particularmente importante, ya que, en esta etapa, los niños y niñas desarrollan capacidades y habilidades de manera lúdica. Es aquí precisamente donde los docentes y educadores centran su atención, puesto que se trata de un momento crucial para establecer los cimientos para la adquisición de nuevas habilidades y conocimientos en el futuro.
El desarrollo de la psicomotricidad, de esta manera, impacta en diferentes niveles: a nivel motor (dominar el cuerpo), a nivel cognitivo (memoria, atención y concentración) y a nivel social (relacionarse con los demás).
La psicomotricidad se puede dividir en dos dimensiones fundamentales: fina y gruesa. Estas se comentan a continuación:
Este tipo de psicomotricidad contempla movimientos precisos y controlados que requieren una coordinación fina entre el cerebro y los músculos. Se trata del desarrollo de una habilidad que demanda precisión y delicadeza en determinadas actividades. Por ejemplo, la psicomotricidad fina es necesaria para dibujar, escribir, abrochar botones, atar cordones, entre otros. Como puede verse, esto es necesario para que los niños desarrollen independencia y autonomía en la realización de actividades cotidianas.
Por su parte, este tipo de psicomotricidad implica habilidades centradas en movimientos más amplios, los cuales involucran grupos musculares. En otras palabras, es fundamental para correr, saltar, atrapar objetos, caminar con equilibrio y la coordinación corporal en general. En la etapa de educación preescolar, la psicomotricidad gruesa permite moverse de manera efectiva en el entorno y participar, asimismo, de actividades deportivas y lúdicas, que son momentos en los que los niños establecen relaciones con sus pares.
Como se ha anotado, el desarrollo de la psicomotricidad en la educación preescolar es fundamental para establecer las bases de un desarrollo integral desde la primera infancia. De hecho, tiene el rol de fortalecer la conexión entre movimiento, pensamiento y aprendizaje. Sumado a esto, potencia la capacidad de los niños para interactuar de forma efectiva y segura con su entorno, ya sea en la escuela, parques o casa, en tanto incrementa la autonomía y confianza. Esto, en consecuencia, tiene efectos en el desarrollo socioemocional, puesto que las actividades psicomotoras tienden a involucrar el juego y la cooperación, situaciones en las que se promueve la empatía y el respeto. También es la base para el desarrollo de la constancia, la fuerza, la resistencia, la agilidad, la coordinación y la capacidad de respuesta.
Cada una de las actividades a continuación presentadas deben adaptarse a las necesidades y edad de los niños. En la etapa preescolar, se puede recurrir a un conjunto de dinámicas para motivar y estimular a los niños en lo que respecta a la psicomotricidad.
Dibujar o pintar. Estas actividades ayudan a los niños a desarrollar control sobre sus dedos y manos.
Manualidades. Crear arte con pegamento, tijeras, papel, etc., ayuda a mejorar la coordinación mano-ojo.
Modelado con arcilla o plastilina. El modelado estimula la manipulación y la precisión.
Juegos de enhebrado. Pasar un cordón a través de agujeros pequeños ayuda a mejorar el enfoque y la destreza manual.
Rompecabezas. Promueven el razonamiento espacial y la precisión en los movimientos.
Tareas de pinzar, como mover objetos pequeños con pinzas o realizar abalorios.
Uso de instrumentos musicales pequeños, como maracas o triángulos, que requieran control fino de las manos.
Juegos de correr y saltar, estos pueden ayudar a mejorar la velocidad, la fuerza y la coordinación.
Juegos de lanzar y atrapar, como practicar con pelotas, ayuda a desarrollar la coordinación, la fuerza y la precisión.
Actividades de equilibrio, como caminar por una línea, pueden mejorar el equilibrio y la conciencia corporal.
Baile. El baile ayuda a los niños a desarrollar conciencia corporal, ritmo y coordinación.
Juegos de construcción, porque pueden ayudar a los niños a mejorar la coordinación y a desarrollar la fuerza mientras levantan y apilan elementos.
Deportes de equipo. Practicar deportes como el fútbol puede ser de gran ayuda en el desarrollo de las habilidades motoras gruesas y también promueven la cooperación y el trabajo en equipo.
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