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La agricultura es uno de los sectores más afectados no solo por el cambio climático, sino también por la alta demanda de alimentos. Con una población mundial en constante crecimiento, el escenario es poco alentador: la tierra es cada vez menos fértil debido a su sobreexplotación, que también sufre por el estrés hídrico y el azote de plagas.
Por esta razón, se requieren medidas urgentes y sostenibles para garantizar la productividad agrícola en todas las regiones del planeta. Al estar en peligro la seguridad alimentaria, se deben implementar prácticas agrícolas resilientes y sostenibles para promover efectos positivos a largo plazo y duraderos. Esto implica que el sector agrario, desde luego, debe incorporar tecnologías avanzadas para mejorar la eficiencia de los cultivos y reducir al mínimo el impacto ambiental.
Una de las principales prioridades de la agricultura de nuestra época es la gestión eficiente del agua, un recurso cada vez más escaso.
De ahí la necesidad de sistemas de riego inteligente, los cuales usan sensores de humedad del suelo, así como datos meteorológicos, para que los aspersores o aparatos de goteo liberen cantidades justas de agua donde y cuando los cultivos las necesiten.
Esta tecnología reduce significativamente el desperdicio de agua. Se trata de una medida imprescindible en un momento de la historia en el que has reservadas subterráneas están mermadas y cuando las lluvias escasean.
La utilización de tecnología de punta está revolucionando el sector agrícola de una manera insospechada.
Con robots autónomos, tanto en la siembra como en la cosecha, se pueden optimizar procesos asociados al deshierbe, la aplicación uniforme y localizada de pesticidas, y la recolección de frutos con precisión sin dañarlos. Se disminuye, en este sentido, la dependencia de mano de obra o, en todo caso, de menos trabajadores para tareas fácilmente automatizables.
Estos dispositivos, asimismo, ayudan al mapeo y vigilancia de los cultivos, lo que permite recopilar información relevante en tiempo real.
La implementación de la inteligencia artificial (IA) en la agricultura representa un salto cualitativo hacia la sostenibilidad y la eficiencia en el manejo de cultivos.
A partir de la utilización de algoritmos de aprendizaje automático, la IA ofrece capacidades sin precedentes para el procesamiento y análisis de vastas cantidades de información. Esta tecnología posibilita una gestión agrícola avanzada que permite, por ejemplo, afinar los periodos óptimos para siembra y cosecha.
Además, habilita una administración más precisa de recursos biológicos e hídricos, de modo que facilita la aplicación de estos a las necesidades específicas de cada parcela.
En la era de la ciencia de datos, el big data es fundamental para tomar decisiones basadas en la evidencia. A través del análisis de grandes volúmenes de información, los agricultores pueden obtener información valiosa sobre sus prácticas agrícolas y métodos de gestión de recursos.
Con esto, se facilita no sola la anticipación de problemas, sino también el rastreo de productos a lo largo de la cadena de suministro. Los datos –recopilados por los robots y drones– son fundamentales para la toma de decisiones, sobre todo, en contextos adversos como la sequía o la aparición de plagas.
La agricultura de conservación se centra en implementar prácticas que mantienen y mejorar la salud de la tierra, así como del ecosistema circundante.
Pero ¿qué implica? La premisa principal es promover el descanso de la tierra, la diversificación de cultivos y la utilización de recursos biológicos para fortalecer el suelo.
De esta manera, se contribuye al riego eficiente, la resiliencia de los cultivos ante el cambio climático, la prevención de plagas, la reducción de la huella de carbono asociada a la agricultura, una menor erosión del suelo y la conservación de la fertilidad de los campos.
La biotecnología ofrece soluciones innovadoras para mejorar la resistencia de los cultivos al cambio climático, las plagas y otros problemas que afectan la salud de los cultivos (salinidad, patógenos y patógenos, por ejemplo).
Mediante la ingeniería genética, se desarrollan variedades de cultivos que requieren menos recursos hídricos y químicos, tienen mayores y mejores rendimientos, y son más resistencias a condiciones climáticas adversas.
Estos avances biotecnológicos marcan la pauta en el desarrollo de una agricultura adaptada a los retos ambientales de nuestro siglo.
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