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Las generaciones abarcan a un conjunto de personas que comparten un horizonte histórico-cultural que influye en sus pensamientos, manera de actuar, intereses y, desde luego, actitudes frente al mundo. En pocas palabras, se trata de un marco social y educativo que alcanza a individuos que poseen aproximadamente las mismas edades y son parte de ambientes de socialización similares.
Si bien es una categoría muy útil para comprender la creación artística y literaria, como la generación del 27 con García Lorca a la cabeza, también permite la caracterización de otros colectivos según su marco temporal. En este caso, nos referimos a la clasificación de generaciones, cuya taxonomía está compuesta por las siguientes: silent generation, baby boom, generación X, generación Y (millennials), generación Z (centennials) y generación Alpha.
En este texto, nos importa la generación Z, que también recibe la denominación de “generación de cristal”. Precisamente, exploraremos por qué es denominada de este modo y cuáles son sus principales características.
La generación Z es la primera de todas las generaciones que ha crecido con la tecnología como parte inevitable de su modo de vida. De ahí la denominación de nativos digitales. Pero también posee otras caracterizas que han llevado a catalogarla como “generación de cristal”, en clara referencia a su fragilidad, cuyo origen se encontraría en la sobreexposición a los entornos virtuales y a la sobreprotección de sus padres o cuidadores.
Este término, acuñado por la filósofa española Monserrat Nebrera, incide en la debilidad de los jóvenes que nacieron después del año 2000, quienes experimentan frustración, fragilidad emocional, poca tolerancia a la crítica y una salud mental endeble. Las principales razones de este carácter quebradizo ya se han mencionado, pero también influyen otros factores como los cambios y problemas sociales (véase la justicia social), así como la consciencia de las crisis, cuyo impacto en el mundo provoca desesperanza y coadyuvan a la sensación de que la vida carece de sentido. Así, las expectativas y el éxito se sienten lejanos, aunque estos jóvenes cuenten con algunos referentes inspiradores.
La generación de cristal, siguiendo la anterior, posee una identidad fragmentada debido a diversos condicionantes que inducen a la sensación de fragilidad, como las presiones sociales, la experiencia personal alojada en las redes sociales y la elusión de los problemas individuales mediante el consumo de productos digitales, como los videojuegos, los programas de streaming, entre otros. Esto explica que, aunque existan comunidades en torno a dichos elementos virtuales, las relaciones interpersonales se tornan más débiles y superficiales, todo esto con base en un sentido muy estrecho de colectividad, empatía y sentido de pertenencia.
A pesar de estas dificultades y retos en torno a lo emocional, esta generación ha demostrado ser una de las más progresistas en torno a temas tan relevantes como la identidad de género, los problemas sociales, los retos medioambientales, entre otros. Como indica Nebrera, el cristal también trasluce luz, por lo que esta generación puede aportar a la sociedad una perspectiva crítica sobre aquellos aspectos que generan la incertidumbre, fragmentación y desesperanza. Con todo, esta generación “más sensible” siente en primera persona las consecuencias del impacto de los conflictos, la tecnología y los problemas que aquejan al siglo XXI.
Se considera que la generación de cristal es un subgrupo de la generación Z (1994-2010). De este modo, se considera que los integrantes son las personas nacidas después del año 2000.
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La generación de cristal cuenta con rasgos distintivos que dan cuenta de su visión, pensamiento y actitud ante el mundo.
Los integrantes de esta generación se caracterizan por su fragilidad emocional, que se expresa en la poca tolerancia frente a las críticas y comentarios, sobre todo, en entornos virtuales. Además, esta fragilidad se relaciona con la incapacidad de tomar decisiones, lo que deriva en frustración por vivir en un contexto que solo ofrece gratificaciones instantáneas.
La tecnología –dispositivos electrónicos y entornos digitales– es parte fundamental en su vida cotidiana. Gran parte de sus interacciones con otros ocurre a través de las redes sociales y otras plataformas, lo que limita la posibilidad de estrechar relaciones interpersonales profundas y duraderas. Esto incrementa la sensación de timidez, aislamiento, baja autoestima, entre otros.
Aunque esta generación presenta un poco interés por la cultura, ya que se centra en tendencias digitales de caducidad casi inmediata, sus integrantes son jóvenes que poseen una alta sensibilidad a problemáticas sociales. La preocupación principal es el futuro incierto, la crisis económica, el cambio climático, la calidad de vida, el estado de bienestar, entre otros.
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