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Los peelings o mascarillas pueden considerarse agentes que mantienen la piel en condiciones óptimas de normalidad cutánea, a la vez que realzan y embellecen al individuo. Estas sustancias han sido denominadas eudermacéuticos, eucéuticos o cosmeceúticos, ya que su acción está íntimamente ligada al aspecto cosmético o de belleza. Por este motivo, muchas veces es difícil definir el límite entre lo médico y lo estético, de ahí que muchos técnicos en este campo utilicen estas sustancias en clínicas de estética.
Históricamente, los peelings se han caracterizado como compuestos químicos que, al ser aplicados en la piel del paciente, provocan un nivel de exfoliación que puede variar, al tiempo que estimulan la dermis. Estos tratamientos también pueden ser utilizados como complemento de otras intervenciones, ya sea como parte de una rutina diaria de cuidado de la piel o como coadyuvantes en la terapia de diversas afecciones, incluyendo lesiones premalignas o benignas, como las queratosis, entre otras. Hoy en día, constituyen uno de los pilares fundamentales en el tratamiento y mejora del fotoenvejecimiento.
De acuerdo con la Academia Española de Dermatología y Venereología, estos agentes no solo tienen propiedades exfoliantes, sino que también promueven una hidratación óptima de la piel, favorecen una queratinización y descamación adecuadas, mejoran la eficiencia de la función barrera, y tienen la capacidad de revertir o mitigar la atrofia dermoepidérmica. Además, son efectivos en la reducción de los efectos del envejecimiento, especialmente los causados por el daño oxidativo, y ayudan a mantener una morfología y fisiología cutáneas saludables.
El peeling o máscara dermoexfoliante es una opción actual y mínimamente invasiva que contribuye al mantenimiento de una piel saludable y estéticamente agradable, al mismo tiempo que ayuda a mitigar los efectos del envejecimiento. Estas formulaciones se elaboran en combinación con otros ingredientes, como queratolíticos, hidratantes y despigmentantes, o se preparan en diferentes concentraciones y fórmulas que permiten una acción adaptada a las necesidades específicas de cada paciente. Su aplicación no se limita a simples mascarillas, sino que también se utilizan como elementos complementarios o pasos esenciales en procedimientos como la dermoabrasión, la microdermoabrasión y el resurfacing, entre otros.
Tradicionalmente, estas fórmulas contienen dos componentes principales: 1) Las bases, que pueden incluir aceites minerales, vegetales, coloidales, almidones, lacas, caolines, entre otros, los cuales pueden combinarse entre sí; y 2) Los principios activos, que se seleccionan según el efecto deseado. Además, muchas de estas máscaras o peelings incluyen perfumes y conservantes para mejorar su atractivo, y su aplicación no se restringe solo al rostro, sino que pueden utilizarse en cualquier área del cuerpo.
La efectividad de un peeling o máscara dermoexfoliante depende de varios factores, como el conocimiento exhaustivo de la sustancia a utilizar y la experiencia del profesional, la fisiología cutánea, la histología de la zona de aplicación, así como los procesos que ocurren en la piel y cómo esta reaccionará. Por este motivo, tener un conocimiento profundo de las preparaciones, sus fórmulas químicas y cómo interactúan con la piel. Cada paciente debe recibir un tratamiento individualizado.
Los peelings o máscaras dermoexfoliantes suelen clasificarse según la profundidad de su acción en las capas de la piel: superficiales, medios y profundos.
Los peelings superficiales actúan principalmente en la totalidad de la epidermis y son especialmente efectivos en el tratamiento del acné, melasma epidérmico y fotoenvejecimiento. Estos procedimientos son adecuados para los tipos de piel III, IV y V, y emplean ácidos en concentraciones bajas, como la resorcina, el ácido salicílico, retinoides y alfa-hidroxiácidos, como el ácido glicólico, láctico, cítrico, tartárico, málico y mandélico, además de nuevos agentes enzimáticos. Estos tratamientos, que se realizan en cabina, pueden ser aplicados tanto en consultorios como en clínicas estéticas por personal no médico. Son populares debido a su facilidad de aplicación y la rápida recuperación del paciente, permitiendo la reanudación inmediata de sus actividades cotidianas con pocas complicaciones y efectos secundarios.
Los peelings medios, por otro lado, provocan necrosis en la epidermis y la dermis papilar debido a su mayor concentración, lo que resulta en una acción más profunda sobre la piel. Están indicados para tipos de piel I y II, aunque también pueden ser usados en fototipos más oscuros con las debidas precauciones. A menudo se combinan con procedimientos como la microdermoabrasión. En pacientes con piel más oscura, como los fototipos II y IV según la clasificación de Fitzpatrick, es posible que aparezcan máculas o cambios en la pigmentación. Los efectos de los peelings medios pueden durar entre 6 meses y 2 años, aunque no actúan sobre las arrugas dinámicas. Estos peelings están indicados para tratar las mismas afecciones que los peelings superficiales, pero con una acción más profunda en lesiones causadas por el fotoenvejecimiento y el acné. Un ejemplo de peeling medio es el ácido tricloroacético en concentraciones que van del 30% al 50%.
Los peelings profundos alcanzan hasta la dermis media, aunque en la actualidad han sido en gran medida reemplazados por técnicas como el rejuvenecimiento facial con láser y la dermoabrasión. Estos peelings se utilizan principalmente para tratar el fotoenvejecimiento, el melasma y las cicatrices derivadas del acné. Las soluciones empleadas en estos casos incluyen la solución de Jessner, ácido tricloroacético al 35%, ácido retinoico al 8%, y fenol al 89%, así como combinaciones de la solución de Jessner con ácido tricloroacético al 35%, que se aplican para el tratamiento del fotoenvejecimiento moderado. Debido a que estos peelings requieren anestesia local o sedación, se utilizan con poca frecuencia y deben realizarse en un entorno controlado, como un quirófano.
Las indicaciones de los peelings o mascarillas abarcan una amplia gama de condiciones cutáneas y estéticas. Entre las principales se encuentran el fotoenvejecimiento y el rejuvenecimiento facial, donde estos tratamientos ayudan a mejorar la textura y apariencia de la piel dañada por la exposición al sol y el envejecimiento natural. Son efectivos en el tratamiento del acné y cicatrices postacné, ya que ayudan a reducir la inflamación y promover la renovación celular. Para las hiperpigmentaciones como el melasma y las máculas residuales, los peelings pueden igualar el tono de la piel y disminuir las manchas oscuras. Asimismo, son beneficiosos en casos de dermatitis seborreica y queratosis, al mejorar la descamación y controlar la producción de sebo.
Además, los peelings y mascarillas son utilizados para tratar la poikilodermia de Civatte, las rítides o arrugas, y las manchas seniles, mejorando la uniformidad y firmeza de la piel. También se indican para la rosácea, ya que reducen el enrojecimiento y la inflamación. La flacidez cutánea y la renovación cutánea son otras áreas donde estos tratamientos muestran eficacia, promoviendo una piel más firme y renovada. Los peelings son útiles para tratar telangiectasias y estrías por distensión, así como la flacidez de abdomen y muslos. Además, son comúnmente utilizados como preparación para cirugía plástica o procedimientos dermatológicos como el láser resurfacing, mejorando la condición de la piel antes de intervenciones más invasivas.
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