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En el mundo de la medicina, existe un dilema ético conocido como encarnizamiento terapéutico. Este término se refiere a la utilización de terapias que no pueden curar al paciente, sino simplemente prolongar su vida en condiciones penosas. Dicho enfoque, muchas veces motivado por la incertidumbre médica, las expectativas irrealistas o el deseo de evitar la muerte, puede resultar en sufrimiento innecesario para el paciente y sus familiares, así como en el agotamiento de recursos médicos y financieros.
En este artículo te comentamos cuál es la diferencia ente la eutanasia y el encarnizamiento terapéutico, así como consejos para evitar esta práctica que puede provocar mayores sufrimientos para el paciente. ¡Sigue leyendo!
Como antes te adelantábamos, el encarnizamiento terapéutico se define como la aplicación excesiva de procedimientos médicos invasivos, terapias agresivas o tecnologías avanzadas para prolongar la vida de un paciente terminal o en estado crítico, a pesar de que no se espera que estos tratamientos proporcionen beneficios significativos o mejorar la calidad de vida del paciente.
Por tal motivo, esta práctica, también conocida como obstinación terapéutica, plantea importantes cuestionamientos éticos y morales. Y es que al prolongar innecesariamente el sufrimiento del paciente y obstaculizar la muerte digna, se corre el riesgo de socavar el principio de autonomía del paciente y violar su derecho a una atención médica respetuosa y centrada en sus valores y deseos.
Si bien la eutanasia y el ensañamiento terapéutico son dos conceptos médicos que abordan el manejo de pacientes en situaciones críticas, ambos tienen enfoques completamente opuestos hacia el tratamiento al final de la vida.
En este sentido, la eutanasia se refiere a la acción deliberada de poner fin a la vida de un paciente terminal o que sufre de manera irremediable, con el objetivo de aliviar su sufrimiento. Cuando se administra una sustancia letal, se denomina eutanasia activa, mientras que cuando se retiran los tratamientos que prolongan la vida es pasiva. Además, se lleva a cabo con el consentimiento informado del paciente o, en algunos casos, de su familia.
Por otro lado, el encarnizamiento terapéutico, a diferencia de la eutanasia, no busca aliviar el sufrimiento del paciente, sino que prolonga innecesariamente su agonía, a menudo en contra de sus deseos o de una muerte digna. Puede ocurrir cuando se continúan intervenciones médicas agresivas incluso cuando no hay posibilidad realista de recuperación o mejora.
En este apartado te compartimos algunos consejos para evitar el encarnizamiento terapéutico y adoptar un enfoque que se centre en el bienestar integral del paciente terminal:
Como te hemos comentado, el encarnizamiento terapéutico plantea dilemas éticos importantes que afectan a los principios fundamentales de la bioética. Los profesionales de la salud deben lograr un equilibrio para proporcionar la mejor atención posible a los pacientes. A continuación, te explicamos en qué consisten estos principios.
Establece la obligación de los profesionales de la salud de actuar en beneficio del paciente y de promover su bienestar. En el contexto del encarnizamiento terapéutico, la beneficencia implica evaluar si los tratamientos prolongarán la vida de manera significativa o simplemente aumentarán el sufrimiento del paciente. Los médicos deben considerar si los procedimientos ofrecen un beneficio real y si están alineados con el bienestar del paciente.
Plantea que los profesionales de la salud deben evitar causar daño intencionalmente a los pacientes. La no-maleficencia insta a considerar los riesgos y beneficios de las intervenciones médicas. En el caso del encarnizamiento terapéutico, se puede infringir este principio al exponer al paciente a tratamientos innecesarios que pueden causar sufrimiento, dolor o efectos secundarios adversos, sin proporcionar ningún beneficio real.
La justicia se refiere a la equidad en la distribución de recursos y tratamientos médicos. En el contexto del encarnizamiento terapéutico, debemos considerar si es justo asignar recursos limitados a tratamientos que no ofrecen una mejora significativa en la calidad de vida del paciente. La justicia también implica considerar las necesidades de otros pacientes y la responsabilidad social.
La autonomía se relaciona con el derecho del paciente a tomar decisiones informadas sobre su propia atención médica. El encarnizamiento terapéutico puede socavar este principio al privar al paciente de la capacidad de tomar decisiones significativas sobre su atención médica y al ignorar sus deseos expresados o sus directivas anticipadas de atención médica. En este sentido, los profesionales de la salud deben proporcionar información completa y permitir que el paciente participe activamente en las decisiones sobre su cuidado.
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