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El carnaval es una de las festividades más emblemáticas y diversas del mundo. Más allá de los desfiles y disfraces, esta celebración encierra significados profundos relacionados con la libertad, el humor, la transgresión y la crítica. Desde sus orígenes vinculados a cultos de fertilidad y renovación hasta su resignificación dentro del cristianismo, el carnaval ha evolucionado a lo largo de los siglos, adaptándose a diferentes culturas y contextos. En este recorrido, exploramos su historia y cómo cada región ha transformado esta fiesta en una expresión única de identidad cultural.
Los carnavales son sinónimo de fiesta, risas, libertad y celebración de uno de los regalos más maravillosos que tenemos: la vida. Durante este periodo, asistimos a un conjunto de actividades que incluyen no solo desfiles, máscaras y disfraces, sino también danzas, juegos y manifestaciones locales que hacen del carnaval incluso más interesante por su riqueza de significados. Pero ¿qué hay detrás de todas estas actividades? ¿Cómo se explican estos momentos de distensión social en el que todos/as participamos como iguales de las mismas experiencias?
Vayamos por partes. Lo primero de todo es que, desde sus orígenes, el carnaval ha permitido la inversión del orden social; es decir, brinda un contexto en el que lo “prohibido” –aquel conjunto de conductas censuradas cotidianamente– encuentra lugar. En pocas palabras, se trata de un ambiente de transgresión, en el que es posible explorar, expresar y performar otros roles. Precisamente, esto es lo que permite la sátira, la ironía y la burla sin consecuencias más allá que la diversión. Entonces, siguiendo lo anterior, se ejecuta un cambio sobre el proceso, mas no sobre el objetivo. Dicho de otro modo, asistimos a un nivel funcional, esto es, la celebración momentánea de la transformación, no del cambio en sí mismo.
Para ahondar más en esto, los estudios que realizó Mijaíl Bajtín sobre lo carnavalesco nos dan pistas sobre los alcances del carnal en términos de transgresión y renovación sociales: la “liberación” temporal del orden se logra a través de lo grotesco y lo burlesco, cuyas realizaciones unen a los participantes en una comunidad sin jerarquías. La irreverencia de los disfraces y las conductas acarrean la risa, el factor principal para alcanzar momentáneamente este estado de horizontalidad.
Pero, aunque la risa, el humor, la diversión y la transgresión sean la base del carnaval, este también posee un significado simbólico por lo menos interesante: tras la algarabía, los participantes ingresan en un proceso de introspección sobre sus actos, con o sin enfoque religioso. Reflexionan sobre las dualidades que caracterizan a la existencia humana: luz/sombra, solemne/festivo, control/infracción. Con todo, el carnaval es un punto de partida y de llegada, un momento de comunión.
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El carnaval se enmarca en el calendario litúrgico cristiano, precisamente antes de la Cuaresma. Como este periodo se caracteriza por la abstinencia y austeridad, propia de la preparación para la Pascua de Resurrección, se ayuna o se limita la ingesta tanto de bebidas como de alimentos. Así, el carnaval permite la abundancia y el exceso previos al recogimiento espiritual, la reflexión y la vuelta a Dios en términos religiosos, una demostración de la dualidad de desbordamiento festivo y la moderación.
Como veremos más adelante, la celebración del carnaval se resignificó con el advenimiento del cristianismo, pero, en sus orígenes, se vinculaba al culto de la fertilidad, la capacidad creadora de la tierra y el ciclo de renovación.
En el contexto cristiano, el carnaval significó, como hemos mencionado, un escape a las restricciones impuestas por la religión, además de las limitaciones políticas y sociales también influenciadas por aquellas. Con el humor y la sátira de por medio, los espacios de convivencia festiva durante el cuestionamiento del orden (por ejemplo, disfrazarse de monje y parodiarlo) ofrecían posibilidades para la expresión individual y colectiva sin ataduras.
Con el tiempo, el carnaval –sin perder del todo sus tintes religiosos en algunas regiones– ha evolucionado a formas novedosas, adaptadas a los contextos socioculturales en los que se desarrolla tradicionalmente, como ocurre en países europeos y latinoamericanos, donde es una fiesta multitudinaria. Se ha convertido en un evento lúdico que no solo agrupa a diversas comunidades, sino también sirve de espacio natural para la expresión de costumbres locales (concursos, desfiles, pasacalles, danzas, juegos, comidas, entre otros). Es un evento –incluyendo los eventos asociados– jocoso que invita a la cohesión social.
Los carnavales revelan la transformación cultural de las sociedades que los acogen. Tras siglos de historia, estos han cobrado nuevos matices, expresiones y alcances, sobre todo, en un contexto globalizado en el que aparecen también como un atractivo turístico. Entonces, ¿cómo es que ha evolucionado el carnaval? Veamos los hitos más importantes de su historia.
Las primeras formas de carnaval se remontan a más de 5000 años atrás, cuando las sociedades sumerias y egipcias realizaban rituales en torno a la fertilidad y a la renovación productiva. La estrecha vinculación con la naturaleza, así como la consideración de deidades asociadas a ella, brindaba el espacio idóneo para conectar con ella.
En la Antigüedad, las festividades carnavalescas no difirieron en sentido, aunque sí en forma. Mientras que en la Grecia antigua se celebraban las Dionisias en honor a Dionisio, Roma era testigo de las Saturnales, dedicadas a Saturno, dios de la agricultura y la cosecha. Durante este tiempo, se practicaban rituales, representaciones teatrales y fiestas en los que el exceso era inherente. Así, había una doble función: religiosa y de liberación de tensiones sociales.
La Edad Media fue el escenario que vio al carnaval consolidarse como festividad. Como dijimos, incrustada en el calendario cristiano, se celebraba en el último día previo a la Cuaresma. La gente disfrutaba de un periodo de libertad en el que, con máscaras, disfraces, desfiles y bailes, se preparaban para ingresar a un tiempo de restricción. Tomó diferentes formas en cada país europeo, donde permanecen con ciertas variaciones sin perder su esencia.
Los carnales viajaron desde Europa hasta América con la conquista, el inicio de la globalización que hoy experimentamos. Se trasladaron costumbres, desde luego, pero también se asumieron otras tantas bajo el influjo de las poblaciones locales y las transformaciones propias de una festividad que le pertenece a la gente. Hoy en día, se ven grandes eventos – como el carnaval de Brasil o el carnaval de Cajamarca (Perú)– en los que se observan la amalgama de lo europeo y lo local, haciéndolos más especiales. Los carnavales, en el siglo XXI, tienen un carácter multitudinario y, por lo tanto, turístico.
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El carnaval se manifiesta de maneras únicas en cada país, lo que refleja la diversidad cultural y la historia particular de cada región. A continuación, se detallan algunas de las celebraciones más emblemáticas:
Los carnavales en Perú muestran las influencias coloniales, pero también distintivos locales propios de la región en los que tienen lugar, como la costa, sierra y selva. Una característica del carnaval en este país es la celebración de grandes desfiles, donde el mejor ejemplo es el Concurso de Patrullas y Comparsas. Pero no pueden dejar de mencionarse los carnavales de Cuzco, el carnaval de Arequipa, el carnaval de Catacaos (Piura) y el carnaval de Juliaca (Puno).
Celebración de los carnavales en Perú
Los carnavales de Venezuela representan el color, ritmo y sabor de la gente caribeña. Ciudades como Puerto Cabello, Barquisimeto, Carúpano y Maturín acogen la participación masiva de personas que asisten a disfrutar de la música, las danzas tradicionales y los juegos con agua y confeti. Las calles de estas ciudades, así, se convierten en escenario de creatividad y tradición. Se ha convertido en un punto de encuentro turístico y de expresión de identidad cultural.
Celebración de los carnavales en Venezuela
México es quizá el país latinoamericano que vive con mayor interinidad el carnaval. De hecho, esta festividad es todo un evento en Veracruz, Mazatlán, Mérida, Tlaxcala, Enseñada, Campeche, Huejotzingo, Oaxaca, entre otros. Con disfraces y danzas, los/as mexicanos/as festejan este día de diferentes maneras: en las zonas urbanas, el carnaval toma un tinte diferente en comparación con las zonas rurales, donde la fiesta tiene un carácter incluso más ritual. Con manifestaciones de carácter religioso e indígena, se necesitarían muchas más líneas de texto para enumerar las danzas y tradiciones de cada estado.
Carnaval de Huejotzingo
Cuando se acerca el carnaval de Brasil, los ojos del mundo tornan sus ojos hacia el país que es sede de la alegría y cuna del jogo bonito. Se celebra específicamente el Carnaval de Río de Janeiro, considerado el más grande del mundo. La música en vivo (samba, frevo y axé), los pasacalles y los concursos son los principales atractivos de este evento. Se realiza ininterrumpidamente desde 1723, con excepción de las ediciones canceladas por la pandemia de la COVID-19.
Carnaval de Río de Janeiro
El carnaval, en España, se vive de una manera muy intensa, sobre todo, en Cádiz y Santa Cruz de Tenerife. De hecho, en la capital gaditana, se llevan a cabo los desfiles de espectaculares comparsas, la entonación de chirigotas (canciones satíricas de crítica social) y concursos de disfraces. En la citada isla de Canarias, por su parte, se observan concursos de comparsas, disfraces, murgas infantiles, de la canción de la risa y la gala de la reina del festival. En cualquier caso, estos carnavales se convierten en oportunidad para la celebración y la crítica, lo que revela el poder de esta festividad como herramienta de resistencia.
Carnaval de Santa Cruz de Tenerife
Cuando se discurre en torno a los carnavales en Italia se piensa, inevitablemente, en Venecia. Con una historia que se remonta hasta el siglo XII, se caracterizan por su colorido, máscaras (maschera nobile y maschera del galeone) y disfraces, señas que lo distinguen de otros carnavales del mundo. El esmero en los detalles, los atuendos impregnados de simbolismo y la atmósfera mágica en la calle tiñen al carnaval de Venecia con un color particular en el que se funden armoniosamente lo clásico y lo contemporáneo. Durante este tiempo, tienen lugar la Fiesta de las Marías, La Festa Veneziana sull’acqua y el Volo dell’angelo. Se ha convertido en un atractivo turístico sin parangón.
Indumentaria típica del carnaval de Venecia
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