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¿Quieres saber más sobre el plagio musical? ¡En este texto te contamos todo lo que debes saber!
Karol G y DJ Tiesto son tendencia debido a la acusación de plagio que pesa sobre ellos. El artista René Lorente inició acciones legales contra estos artistas, a quienes responsabiliza de la violación de los derechos de autor y propiedad intelectual sobre su tema “Algo diferente”, canción lanzada en 1998, frente a "Don't be shy" de 2021. Aunque parezca un caso aislado, las demandas por plagio son más comunes de lo que uno podría imaginar, lo que hace necesario revisar cuándo se está frente a un verdadero caso de plagio musical.
En lo que sigue, se abordan las nociones básicas de plagio musical, qué medidas se toman ante él y su lugar la creación musical actual. Además, presentamos los beneficios de optar por Euroinnova y sus formaciones 100 % online. ¿Quieres saber más? ¡Sigue leyendo!
El plagio musical consiste en la utilización, difusión y apropiación de una composición sin la declarada autorización del creador original. En pocas palabras, se trata de un delito que abarca varios aspectos, desde la melodía y la letra hasta los arreglos y la producción. En términos legales, el plagio musical se rige por la ley de propiedad intelectual vigente en cada país, que otorga a los creadores el derecho exclusivo de utilizar y distribuir su obra con o sin fines de lucro. En la industria musical, el plagio puede tener graves consecuencias (legales y de reputación) y puede resultar en demandas que involucren grandes sumas de dinero. Para evitar una acusación por plagio, es imprescindible obtener licencias musicales, las cuales permiten que los creadores originales reciban oportunamente las regalías generadas por la utilización de su obra.
Como ocurre en todas las artes, la creación parte de la inspiración. Esta brinda ideas fundamentales para plasmar las ideas y estética de los artistas; sin embargo, esto no es suficiente para alcanzar resultados satisfactorios. En la música, de hecho, son necesarios conocimientos mínimos de armonía, melodía y ritmo para componer una canción, sea esta sencilla o compleja.
Veamos esto con más detenimiento. Durante el proceso creativo, al combinar dichos elementos para la creación musical, los artistas pueden llegar –con o sin intencionalidad– a similitudes con otras composiciones. Sin embargo, la clave para no llegar al plagio se encuentra en la originalidad y la transformación creativa de tales elementos, que pueden incluir escalas, contratiempos, mezcla de estilos, entre otros.
Ahora bien, en el ámbito de la producción musical, cuando se discurre en torno a las similitudes entre canciones, se considera la cantidad de compases en los que aquellas se suceden; esto es, cuando alcanzan los siete compases, se puede considerar una coincidencia, pero no ocurre de esta manera cuando se rebasa esta cifra, es decir, de ocho a más compases similares. En muchos casos de acusación de plagio, se tiene en cuenta este criterio para iniciar procesos civiles o penales frente al acusado.
El uso de samples y la realización de covers son prácticas comunes en la industria musical que, si se hacen correctamente, no constituyen plagio, esto es, mencionar a los autores originales.
En el caso de los samples, los artistas y compositores toman de canciones previamente lanzadas al mercado una o más líneas melódicas –incluso algún patrón rítmico– para elaborar una nueva obra. En este sentido, en la nueva composición, se pueden reconocer la canción de referencia, aunque la base la otorgue otro género. En el ámbito latinoamericano, se considera que Charly García, cantautor argentino, fue el primero en usar un sample en la canción “No me dejan salir” del disco Clics Modernos. Por su parte, en el caso del reguetón, hay muchos ejemplos, pero el más conocido es, sin lugar a duda, “Con calma” de Daddy Yankee, quien toma un sample de “Informer”, del rapero Snow.
Ahora bien, cuando se trata de los covers, se está frente al versionado o reinterpretación de una pieza musical. Aunque suelen ser comunes en artistas amateur o en formación, muchos artistas de renombre recurren a ellos, en tanto buscan recuperar un antiguo hit o tema para presentarlo según su estilo o, en todo caso, la tendencia contemporánea. El caso más conocido en la música anglo es, desde luego, “Knockin' on heaven's door”, de Bob Dylan, canción que fue incluida como cover en las producciones discográficas de artistas tan conocidos como Guns N’ Roses y Avril Lavigne. En el caso del reguetón, la famosa agrupación CNCO hizo un cover de la archiconocida canción “Mis ojos lloran por ti” de Big Boy.
Los artistas que consideran que su obra ha sido plagiada pueden recurrir a diferentes vías para exigir, o bien el reconocimiento de la autoría, o bien la asignación de regalías por la utilización de su creación. En ambos casos, judicial y extrajudicial, los implicados buscan alcanzar una solución para evitar la vulneración de los derechos de autor.
Los artistas que consideran que sus canciones han sido objeto de plagio pueden interponer medidas tanto civiles como penales. En el caso de las acciones civiles, estas tienen consecuencias en el nivel económico: pueden incluir multas y el cobro del dinero obtenido por la explotación de la obra original. Cuando se trata de acciones penales, el plagio puede implicar consecuencias como la pena privativa de la libertad, las multas y las indemnizaciones económicas. El plagio, al considerarse un daño moral y delito por la vulneración de la propiedad intelectual, puede estar regular en el Código Civil o Código Penal del país en el que se realiza la denuncia. En ambos casos, se realiza un peritaje musical y los implicados testifican ante un juzgado.
Cuando los afectados no desean ingresar a la vía judicial, pueden recurrir a las vías extrajudicial para resolver el conflicto con el acusado. En este caso, se cuenta con tres opciones básicas:
Se suele decir que todo está ya creado y que, en consecuencia, todos los productos culturales de la actualidad son versiones más o menos elaboradas y originales de otras obras. La música no es ajena a este juicio, sobre todo en la era de la masificación de las plataformas de streaming –véanse Spotify, Apple Music o YouTube Music– y la implantación generalizada de los softwares especializados para la composición musical. En efecto, los productores del siglo XXI están, indudablemente, expuestos a un sinnúmero de influencias, al mismo tiempo de que ostentan la posibilidad de crear en entornos virtuales que cuentan con sonidos, efectos, instrumentos, bases rítmicas, entre otros.
Sin embargo, en contra de lo que se sostiene, estas influencias y herramientas han permitido que muchos artistas, en las últimas décadas, renueven géneros, creen nuevos ritmos y exploren las posibilidades de instrumentos antes asociados a contextos específicos como, por ejemplo, el folklore. El regional mexicano es el caso más representativo de este fenómeno: se ha transformado, sin perder su esencia, a través de su mezcla con estilos contemporáneos y urbanos como el trap y el reguetón. Este último, por su parte, ha transitado desde un estilo más claramente vinculado al dance hall, el hip-hop y el reggae hacia ritmos más locales como la bachata o el flamenco.
Aunque aún haya casos de plagio –muchos de ellos llevados a los fueros judiciales y resueltos oportunamente– la creatividad de los artistas va más allá de las influencias, las referencias o la utilización de samples.
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Sebastian Rodrigo Canal Recharte
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