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En la actualidad, la función que cumplen el emprendedor y la innovación dentro del mundo de los negocios y en las organizaciones, se traduce en el avance tecnológico y da otra perspectiva sobre la forma en la que es ejecutada el trabajo. Y, por supuesto, todos quisieran tener su propia fuente de ingresos y más cuando es una profesión que va en pro de sus intereses personales, en lo que tienen plena confianza, y, sobre todo, para lo cual están capacitados. Por lo que no es de extrañar que quien emprenda un nuevo proyecto, invierta todos sus recursos dentro de una empresa particular.
Para conocer cuál es la fortaleza de este binomio, debemos comprender antes los conceptos y algunas causas que motivan el auge de este término empresarial en la última década.
Si bien, esta es una denominación que se le da a quienes emprenden nuevos proyectos desde hace muchísimos años, ha tomado mayor importancia, e interés entre los amantes de los negocios, desde hace algunos años, ante las distintas crisis económicas que se han suscitado a nivel global.
Estas circunstancias dieron origen lo que se conoce como el emprendedor y la innovación como nueva forma de hacer la economía.
Es un individuo con habilidades creativas e innovadoras, capaz de emprender proyectos, tareas, actividades y la creación de empresas o negocios, asumiendo los retos y enfrentando toda clase de obstáculos que puedan influir en su determinación.
Antes se solía pensar que el hecho de poseer algunos recursos permitía el desarrollo de empresas o proyectos. Sin embargo, la realidad y el tiempo nos han demostrado que la capacidad para diseñar, planificar, innovar, dirigir y gestionar es mucho más importante que poseer capital para la inversión, por ejemplo.
Por ello, para llevar adelante un negocio propio, más allá de pensar en los recursos que se posee deben haber concordancia entre el emprendedor y la innovación, y desarrollar el emprendurismo, es decir, todas aquellas competencias asociadas a la organización, manejo y asimilación de los riesgos de los negocios de una empresa, mismas que serán el motor impulsor para el desarrollo de la economía personal y la obtención de una imagen profesional y empresarial.
Ante los avances tecnológicos, la manera de ver los negocios también se ha visto transformada. Por ello, muchas personas quieren convertirse en emprendedores exitosos, pero no sirve de nada si la idea está gastada o no tiene la suficiente fuerza para generar cambios extraordinarios.
Por esta razón, para que exista la nueva empresa, el nuevo modelo económico y financiero, debe existir la fuerza motora que se origina en la convergencia que existe entre el emprendedor y la innovación, es decir, desde la voluntad de hombres y mujeres capacitados y con actitudes para crear nuevos proyectos de negocio, y el uso de las herramientas tecnológicas que facilitan los procesos.
Por consiguiente, la meta inicial de quien ejecuta un plan estratégico para emprender un nuevo proyecto, es lograr una idea que, además de innovadora, sea única, y que pueda destacar por calidad, diseño y atractivo. Para ello, debe ser proactivo, creativo y capaz de ver más allá de los estándares.
Además, el emprendedor y la innovación son el sostén de cualquier organización, y por tanto, deben estar en equilibrio dentro de un sistema complejo en el que a veces, pueden surgir problemáticas que obstaculizan los objetivos trazados.
El binomio conformado por el emprendedor y la innovación, desde el punto de vista de los negocios, podríamos verlos como los protagonistas en el proceso de creación de empresas. De esta manera tienen que utilizar bien los diferentes recursos disponibles que se ponen en juego para la formación de un plan de trabajo o idea de negocios.
Entonces, la creación de una empresa supone algunos puntos importantes, como son:
Con lo anterior aclarado, podemos determinar lo que se conoce hoy en día como el triángulo del éxito del emprendedor: saber, querer y poder. Se necesita querer comenzar con los planes y una empresa, se necesita conocimiento para poder gestionarla y conseguir buenos resultados de la misma, y se necesita el poder de recursos para que la misma crezca sobre bases sólidas y firmes. Del mismo modo, este triángulo se traduce en las decisiones (planes o estrategias) y en conductas (realización y ejecución).
Cualquier organización que tenga como fin la fabricación, la venta de servicios y productos, entre otros, requiere para la administración de recursos y materia prima a profesionales capacitados en gestión y finanzas. Y el emprendimiento de un nuevo negocio amerita la consideración de estos aspectos, para que no existan limitaciones futuras que interrumpan la productividad.
En ese sentido, la innovación se hace presente en la gestión de recursos en todos los campos posibles, llámense comerciales, personales, financieros, de producción, administrativos, etc. Y, en resumen, dentro de cualquier entorno que permanece en un proceso de cambios continuos.
Este escenario es tan dinámico y turbulento, que no permite crear predicciones muy acertadas con respecto a lo que puede suceder. Por lo tanto, para iniciar con un nuevo plan de tareas, el emprendedor y la innovación deben ir de la mano, pues darán un nuevo enfoque al sistema que rige a una empresa, un negocio o a un proyecto. Por ende, estos se adaptarán a las modificaciones que surgen desde una idea innovadora, de la innovación tecnológica y la creatividad. Pudiendo así, administrar todo lo concerniente a una empresa: clientes, la sociedad, la competencia, los productos, los servicios, adquisición de materiales, entre otros.
Es así como el profesional en este campo, se ve en la disposición de actuar como un empresario-gestor, adaptando la empresa a los cambios de entorno en el ámbito en que actúa, ya sea este local, nacional o internacional. Con todo esto dicho, la persona que quiere crear nuevas alternativas financieras y de beneficios, tiene que ser un gestor del cambio y que enfrente los retos.
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