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Junto con la impartición de contenido, las evaluaciones forman parte fundamental de la educación en todos los niveles formativos. Por esta razón, es necesario establecer medidas y estrategias para promover experiencias positivas en la evaluación, de tal manera que los estudiantes la integren como una manera de comprender y mejorar su desempeño académico. En este texto, se abordan los aspectos clave relacionados con este respecto.
Se trata de un proceso sistemático y objetivo que procura medir en los estudiantes el grado de adquisición de habilidades y conocimientos impartidos durante el proceso de aprendizaje. Para este efecto, se utilizan diferentes modalidades y metodologías de evaluación, las cuales cuentan con criterios claros según los logros, competencias y destrezas alcanzados en un periodo determinado de la formación. Las evaluaciones, en ese sentido, pueden ser escritas, prácticas, orales, experimentales o, en todo caso, establecer una versión híbrida según la naturaleza de la asignatura o los conocimientos evaluados.
En cuanto a su importancia, la evaluación es esencial en cualquier institución educativa, desde las escuelas primarias hasta las universidades, puesto que ofrece un panorama preciso del progreso educativo y permite a los docentes modificar su enfoque de enseñanza-aprendizaje o evaluación para asegurar la obtención de aprendizajes significativos. En este sentido, las pruebas y las evaluaciones en general no responden a formatos rígidos, sino que, considerando las rúbricas de evaluación y sus criterios, estos pueden confeccionarse según el momento en que se realicen (prácticas, exámenes parciales o finales, trabajos de investigación, entre otros). Los resultados permiten que los alumnos conozcan su evolución.
La creación de una evaluación efectiva implica varios pasos de suma importancia, entre los que resalta, desde luego, la definición clara de los objetivos de aprendizaje. Estos deben alinearse con las herramientas de evaluación seleccionadas, así como con las tareas asignadas a los estudiantes en el tiempo previo a la realización de las pruebas. Esto es importante en tanto las evaluaciones buscan explorar, de manera progresiva a la vez que integradora, el grado de adquisición de conocimientos y habilidades. Esto demuestra la importancia de adecuar las evaluaciones a los contenidos y el nivel de complejidad de los contenidos desarrollados.
Asimismo, es importante proporcionar retroalimentación efectiva y constructiva, ya que se trata de un elemento que ayuda a que los estudiantes pueden mejorar y crecer académicamente. Los medios de retroalimentación pueden ser físicos (papel, usualmente sobre la prueba), digitales (correos electrónicos, comentarios en documentos digitales, comentarios en plataformas Moodle) u orales (revisión de la calificación). La combinación de la evaluación formativa (realizada durante el proceso de enseñanza) u la sumativa (realizada al final de cada unidad o curso) pueden mejorar sustancialmente la experiencia de los estudiantes en cuanto a su desarrollo académico.
En cuanto a la motivación de los estudiantes, las evaluaciones son fundamentales para que estos mantengan una actitud positiva y constructiva frente a las evaluaciones. En este sentido, si es que se llevan a cabo de manera efectiva, pueden incentivar en los estudiantes el compromiso por un mayor esfuerzo y, de esta manera, trabajar hacia la consecución del logro en lo que respecta a sus objetivos de aprendizaje.
No obstante, la evaluación tradicionalmente ha estado asociada con el estrés, la ansiedad, la exigencia desmesurada y el temor. Es necesario, por esta razón, replantear cómo se realizan las evaluaciones para fomentar experiencias positivas y constructiva que hagan del aprendizaje una constante en la que se pueda disfrutar del proceso. Aunque en algunos casos se puedan plantear retos, estos en ningún momento debe considerar un obstáculo.
Aunque las evaluaciones suelen seguir marcos específicos para lograr su efectividad, también pueden considerarse algunos consejos para hacerlas más accesibles y pensadas en los estudiantes.
Es imprescindible, como puede intuirse, establecer un calendario de evaluaciones para ayudar a los estudiantes a organizarse mejor. Este, que debe ser compartido y explicado con claridad al inicio de cada trimestre o semestre, según sea el caso, permite una mejor planificación del tiempo de estudio, lo que al mismo tiempo reduce la ansiedad asociada a las evaluaciones sorpresa.
También es importante seleccionar las herramientas de evaluación que mejor se ajusten a los objetivos de aprendizaje. Estas pueden varias desde exámenes o pruebas escritas hasta presentaciones orales. Incluso, dependiendo de la asignatura, se pueden solicitar trabajos de investigaciones, monografías y proyectos grupales. Es necesario contemplar diferentes maneras de evaluar, ya que los estudiantes pueden demostrar diferentes habilidades en contextos diferenciados, lo que permite medir sus logros de manera más justa y objetiva. Por su parte, actualmente, se puede utilizar la gamificación y plataformas para que la evaluación sea entretenida (por ejemplo, Kahoot).
Para lograr una evaluación efectiva, los estudiantes deben no solo conocer, sino también comprender el propósito y beneficios de las pruebas o exámenes. En este sentido deben entender la evaluación como una parte integral del aprendizaje, es decir, que está diseñada para ayudarles a identificar sus fortalezas, áreas de mejora y oportunidades para mejorar su desempeño general.
Ya que cada estudiante posee su propio estilo de aprendizaje, los docentes deben recurrir a diferentes formas de evaluación. En otras palabras, deben intercalar o elegir evaluaciones formales e informales, individuales y grupales, teóricas y prácticas, entre otros. Esto permite que los estudiantes tengan la oportunidad de demostrar su comprensión tanto de los materiales como de los contenidos.
Finalmente, adaptarlas a las necesidades y habilidades individuales de los estudiantes es fundamental para promover experiencias positivas en la evaluación. Este enfoque flexible permite a los docentes responder de manera más eficaz a las diferencias individuales en el aprendizaje y asegurar que todos los estudiantes tengan la oportunidad de demostrar sus habilidades y conocimientos.
Para mejorar las experiencias de evaluación y fomentar un entorno de aprendizaje positivo, los docentes deben considerar la evaluación como una herramienta para potenciar el proceso de enseñanza-aprendizaje. No se trata simplemente de poner a prueba el rendimiento de los estudiantes, sino de ayudarles a entender y mejorar su propio proceso de aprendizaje.
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