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La cultura es el lazo de unión más fuerte para una sociedad. La cultura aglutina a todo un pueblo bajo una misma manera de vivir, sentir, pensar, comunicarse y divertirse, que lo dota de identidad y lo ubica en el contexto histórico y social.
Con la globalización, hemos conseguido expandir la mente a nuevos horizontes y entender otros puntos de vista. También se han conseguido grandes avances en materia económica y política, pero, a la vez, nos hemos ido sumiendo en una serie de patrones estandarizados que nos han hecho perder de vista nuestros orígenes.
Estudiando gestión cultural y sabiendo diferenciar las etapas de un proyecto cultural, podrás trabajar profesionalmente por el fomento de la cultura y la protección de bienes materiales e inmateriales.
Desde épocas inmemorables, el ser humano ha necesitado de un punto de encuentro intelectual y emocional para cubrir sus necesidades afectivas y de apego a un grupo que lo proteja y defienda sus intereses. Hoy en día es la seña de identidad de un pueblo y hace de puente entre diferentes sociedades.
Para entender el contexto cultural en el que vivimos, aprovechar las posibilidades de crecimiento que nos ofrece el profundo conocimiento de nuestra cultura, los motivos del cambio y entender las motivaciones e intereses de las más remotas regiones del mundo, los profesionales de la gestión cultural, llevan a cabo diversos proyectos con los que acercarnos la cultura todos.
La gestión cultural es un área que estudia el contexto socio-cultural y que proporciona las herramientas necesarias para darlo a conocer entre el público. Su tarea es elaborar, gestionar y evaluar proyectos propuestos por diferentes entidades.
Una de las funciones más relevantes de la gestión cultural es la elaboración de proyectos. Estos son herramientas que crean para desarrollar, estructurar y organizar el objetivo por el que se trabaja. Los proyectos culturales se dividen por etapas, en las que se definen presupuestos, objetivos, estrategias de comunicación, acciones, campañas de Marketing, recursos necesarios… todo debe estar bien detallado para que las instituciones responsables de evaluar y aprobar o declinar la propuesta se muestren favorables a la iniciativa.
Para que un proyecto cultural sea aceptado por las administraciones pertinentes, es importante que siga un protocolo ordenado en su elaboración y presentación. En las cuatro etapas del proyecto, se estudiarán a fondo los objetivos y metodologías para que no quede duda alguna sobre su estrategia y ejecución.
Fase de diagnóstico: el proyecto comienza estudiando el problema, las necesidades o los puntos a potenciar en cuanto a la relación que la sociedad mantiene con determinado aspecto cultural. Es importante centrarse en un colectivo y un aspecto social, ya que son campos demasiado extensos. También es el momento de analizar variables que intervienen en el objeto de estudio y de realizar un primer pronóstico.
Fase de planificación social: en esta fase se planifica qué acciones se quieren hacer, se establecen tiempos, se definen puestos, se establece el lugar y se toman las primeras decisiones.
Fase de ejecución e intervención: en este punto es esencial la coordinación de todos los participantes para que se puedan conseguir realizar todas las acciones en los tiempos estipulados. Para ello, se llevarán a cabo reuniones, auditorías periódicas y se establecerán pequeños hitos que aseguren el buen curso del proyecto.
Fase de evaluación y control: se comparan los resultados obtenidos con los objetivos marcados para evaluar la efectividad del proyecto y detectar puntos a mejorar. También es muy importante identificar los aspectos más interesantes para que sirvan de bases para futuros proyectos.
El éxito del proyecto se medirá comparando la situación inicial con los cambios obtenidos. Para hacer esto, existen diferentes métodos que deberán haber sido definidos previamente en el proyecto, ya que todos no son igual de válidos para todo tipo de proyectos.
Evaluando y midiendo el resultado final de un proyecto cultural conseguiremos: mejorar otros proyectos, justificar nuevas corrientes de actuación y tomar decisiones como remodelación de equipos o instituciones.
Una herramienta muy común a la hora de evaluar proyectos, son las tablas comparativas, en las que se exponen variables cualitativas y cuantitativas del estado inicial, del proceso y del resultado; también se detallan los aspectos positivos y negativos de cada una.
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