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La Revolución Industrial supuso un cambio no solo en los modos de producción, sino también en el diseño de diversos productos orientados a la venta masiva. Precisamente, el desarrollo de nuevas tecnologías y maquinarias permitió que el diseño industrial se desarrollara para cubrir las necesidades de diversas industrias. Para comprender esto, el siguiente texto aborda el lugar del diseño en la Revolución Industrial, así como la evolución que tuvo durante los siglos XIX, XX y XXI.
El inició de la Revolución Industrial se remonta al siglo XVIII cuando se establecieron nuevos procesos de manufactura que superaban la productividad y eficiencia del trabajo meramente manual. Se diseñaron máquinas de vapor que impulsaron no solo sistemas de locomoción y transporte, sino también el funcionamiento de molimos, sistemas de bombeo, entre otros. Entonces, hubo un crecimiento exponencial de la tecnología en la producción industrial y el consumo. Junto con estas máquinas y uso de hierro fundido, surgieron otras herramientas sofisticadas para la época, como "Jenny", la primera máquina de hilar.
Cabe destacar que este proceso de industrialización se emplazó, en un primer momento, en Gran Bretaña, pero luego se diseminó por toda Europa occidental y América del Norte. Como puede intuirse, en muy poco tiempo, se convirtió en un proceso global que logro altos niveles de desarrollo en los países más ricos. Tras la implementación de fábricas con maquinarias, se pudo elaborar productos industriales en cadenas de producción en serie. De hecho, con el acero como materia, se construyeron vías, trenes, estructuras de edificios, puentes colgantes, entre otros.
Ahora bien, como parte de todo proceso de desarrollo tecnológico y económico, la revolución industrial impactó en la sociedad. Provocó el enriquecimiento de personas y naciones, y al mismo tiempo la implementación de mejoras en infraestructuras públicas. Además, como parte de la industria, se desarrolló el diseño industrial para satisfacer las necesidades de usuarios de diferentes productos.
Ahora bien, como se ha comentado, la revolución industrial fue crucial para el diseño industrial, una disciplina que comenzó a cobrar relevancia debido a la necesidad confeccionar productos útiles para diversos ámbitos de la vida diaria. En otras palabras, estos productos adquirieron un enfoque más estandarizado. Así, los diseños se centraron, sobre todo, en muebles, vajillas, artefactos, herramientas, entre otros, hechos de hierro fundido y, en ocasiones, de acero.
Entonces, los encargados del diseño industrial debían proporcionar diseños funcionales, útiles, eficientes y autoexplicativos para satisfacer las demandas de la industria emergente. Sin embargo, este cambio también provocó una reacción. A medida que los productos se volvían cada vez más uniformes debido a la producción en serie, comenzó a crecer un deseo de volver a la belleza y la originalidad de los productos hechos a mano. Esta tensión entre la producción en masa y la artesanía daría lugar a nuevos movimientos en el diseño, como el movimiento Arts and Crafts (artes y oficios) y el Art Nouveau.
El Art Nouveau surgió a finales del siglo XIX como una respuesta contra los efectos de la industrialización y la producción en serie que caracterizó a la Revolución Industrial desde sus inicios. Consiste, en términos generales, en un arte inspirado en las formas naturales, las cuales pretenden incorporan la belleza de la vida cotidiana.
Por su parte, el movimiento Arts and Crafts –iniciado por William Morris en Gran Bretaña hacia 1880–, también surgió con la misma intencionalidad. Este movimiento valoraba la artesanía y los materiales naturales, por lo que buscó promover una estética más personalizada y menos mecanizada.
Ahora bien, Henry Van de Velde, uno de los más influyentes diseñadores del Art Nouveau, promovió estas ideas sobre la base de que el diseño y el arte deberían estar integrados en la vida cotidiana. La propuesta es clara: hay un fuerte enfoque en la artesanía y belleza funcional. Su trabajo y las ideas del movimiento fueron presentados en la Exposición Internacional de 1897 en Dresde, donde dio a conocer el Art Nouveau al mundo.
A lo largo del siglo XX, el diseño industrial experimentó cambios drásticos, tanto en términos de estilo como de metodología. Al tiempo que el mundo se adecuaba a los nuevos avances derivados de la Segunda Revolución Industrial, el diseño industrial comenzó a centrarse en el pragmatismo y la funcionalidad.
En este nuevo contexto, los diseñadores industriales se centraron en la creación de productos que fueran prácticos, asequibles y disfrutables por las grandes masas. Esto incluía desde electrodomésticos hasta automóviles y muebles. Aunque este cambio fue un reflejo de la creciente demanda de bienes de consumo, también marcó un alejamiento de la opulencia y la ostentación del Art Nouveau.
Sin embargo, las influencias del Art Nouveau y de otros movimientos artísticos y de diseño previos no desaparecieron por completo. De hecho, la idea de fusionar la estética con la funcionalidad continuó siendo un principio central del diseño industrial a lo largo del siglo XX, momento de la historia en el que se lograron grandes avances en torno al diseño intuitivo y adaptado a las necesidades de los usuarios. Incluso, en el siglo XXI, el diseño industrial se enfoca en esta unión.
Con todo, la estética y lo considerado bello se adecua a los cambios culturales y las tendencias de diseño de productos, que incluso tienden al minimalismo. Además, con las nuevas herramientas de diseño, los proyectos pueden contar de manera más rápida con maquetas y prototipos para testear si los productos cumplen con lo esperado.
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